Por qué el arte contemporáneo ha saltado por los aires
Desde hace dos siglos, el mundo comienza una y otra vez para el arte. Sobre todo para “el arte contemporáneo que ha saltado por los aires”. Pero “no somos nosotros los primeros que nos sentimos despistados ni perplejos ante una obra”, consuela María Dolores Jiménez-Blanco, vocal del Real Patronato del Museo del Prado y ex Directora General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes de España.
Para seguir el camino del arte hasta hoy, Jiménez-Blanco dio una clase magistral en Ámbito Cultural de El Corte Inglés, en la sala Callao, de Madrid, en el encuentro Arte contemporáneo para descreídos. Trató de reordenar y recolocar las ideas del arte contemporáneo en un doble relato artístico e histórico, porque la realidad influye y determina la creación. En el último medio siglo, ese relato organizado se rompió. Muchas cosas han pasado para dar espacio a la convivencia de múltiples corrientes y redefiniciones de lo que es el propio arte: “Con que una sola persona diga que algo es arte ya es arte”.
La historiadora reconoce que es imposible dar respuestas contundentes a esa perplejidad hasta deshacerla, “pero sí podemos preguntarnos sus razones y seguir el camino que nos ha traído hasta aquí”. Y una ruta es la siguiente en sus propias palabras:
¿Qué es arte?
Con que una sola persona diga que algo es arte ya es arte. En el momento que no tenemos una academia, unos parámetros de calidad para ser considerado arte todo lo que alguien señale lo es.
¿Qué es el arte actual?
No hay una tendencia hegemónica ni línea de progreso. Las cosas se sobreponen.
¿Cuál es la definición del arte contemporáneo?
El arte contemporáneo es diverso porque, básicamente, retrata el mundo en el que vive.
¿Es el arte marginal y de la calle el arte contestatario?
A partir de cierto momento entra en el mainstream. Banksy entra en los museos. Marina Abramovic empieza con performances radicales en los setenta y en 2010 llega en olor de multitudes al MoMa, al santo santorum del relato hegemónico.
¿Hay diferencia entre el gran arte y el arte popular?
La diferencia entre el gran arte y el arte popular, como decía Duchamp, no existe. Hay muchas maneras de entender el arte, como hay muchas maneras de entender la moda.
¿Ha muerto el arte?
En 1997 Arthur Dante publicó Después de la muerte del arte que causó gran revuelo. Le dio carta de naturaleza a la idea de que lo nuevo no era arte sino otra cosa. ¿Qué lo llevó a pensar en la muerte del arte? Unas visitas a exposiciones de Warhol en Nueva York en los sesenta. Dijo que ha dejado de haber un espacio propio para lo artístico. No hay diferencia entre la vida y el arte. Todo se coloca igual.
¿En otro momento de la historia ocurrió algo parecido?
En el siglo XIX pasó con los impresionistas cuando pintaron lo que pasaba en la vida cotidiana. Se suponía que el arte estaba en otra esfera. Pero ya antes, tras la Revolución Francesa, cuando el arte entró en las salas empezó la perplejidad.
¿Cuándo se rompió la línea del relato del arte?
En el siglo XIX empieza a romperse la cadena: al posimpresionismo, esa idea de Cezanne de intentar esquematizar las formas que se acercaban a la geometría, le sigue el cubismo, que se tiraba directamente a la geometría, descomponía todo el objeto para aplanarlo y adaptarlo al plano de la pintura; luego, por citar a un artista, está Mondrian y el neoplasticismo para hacer una abstracción y llevar la esencia a las líneas clave, horizontales y verticales y los colores básicos, azul, rojo y amarillo, de donde salen los demás, y esencializar todo; y, el último, es el suprematismo de Malévich con Cuadrado blanco sobre fondo blanco. Para Alfred Barr, primer director del MoMa, esto era el fin de una línea de llegar a un arte que ya no tenía conexión con la realidad, algo solo estético, sin ninguna adherencia física ni emocional de nada que lo ligara con nuestra propia vida. Analiza las formas de la realidad hasta suprimirlas.
También había una línea caliente, una contraparte, con las emociones de dentro hacia fuera. Todo el romanticismo, el surrealismo, esos movimientos de mundos interiores. Esas líneas se pierden en los años sesenta. Todo puede ocurrir y se mezclan, hay infinitas maneras de entender lo artístico.
Pero hay una complicación más: el final de la Segunda Guerra Mundial, el momento en que se hace público todo lo ocurrido en los campos de concentración nazis y las bombas atómicas en Hiroshima y Nagazaki, esa destrucción a la que había llevado la inteligencia humana. Empieza a producirse una crisis moral. Hay quien, como Primo Levi, dice que es muy complicado hacer arte después de Aushwitz, pero él mismo acaba escribiendo sus libros Si esto es un hombre porque, si bien hay un conflicto ético, también hay un deber ético de ser testimonio, de contar lo ocurrido.
¿Qué sucede en los años sesenta?
Todo se mezcla y estalla. Estamos en los sesenta. Parece que Estados Unidos y Europa se han recompuesto de la guerra y se ha salido de un momento malo. Pero hay una nueva generación que no piensa como sus padres, y tiene que ver con movimientos contraculturales. Las instituciones y todo lo que se había apuntalado del sistema artístico se resquebraja, y pierde legitimidad y autoridad.
Las cosas se rompen más con la caída del Muro de Berlín en 1989, la idea de que el arte podía funcionar como utopía para cambiar el mundo. Empieza a pensarse que, quizás, las cosas son de otra manera, que ninguna historia es definitiva y todo debe repensarse. A partir de estas quiebras sucesivas vamos perdiendo amarras y es más difícil creerse un relato lineal.
¿Dónde se crea ese relato del canon?
Alfred Barr, primer director del MoMa (Museo de Arte Moderno de Nueva York) se inventa el canon del arte moderno con el MoMa, de acuerdo a las obras que ellos tenían, y no al revés. Luego entra el arte mas allá de Occidente, el del colonialismo y del poscolonialismo. Todo se complica. La imagen que tenemos hoy es algo parecido a un Jackson Pollock, y donde lo que importa es más el proceso de la obra que la obra en sí misma. Llega el arte conceptual con acciones que no dejan huella física, se libera de producir un objeto que se pueda tocar. El arte contemporáneo abre muchas puertas, y ninguna se cierra.
El proceso de las instituciones deslegitimadas llega al punto de que son los artistas los que dan valor al museo. Los artistas retan los límites.
En paralelo, en los setenta, surge el arte mínimal que intenta empezar donde lo dejó Malévich: hacer un arte que no tenga ninguna connotación ni contacto con la vida real, que no intente cambiar el mundo, ni los museos, ni la cultura; sino hacer pura belleza geométrica. Todo convive.
Ante el anuncio de la quiebra de los museos como autoridad, estos reaccionan con mucho más espectáculo, nuevos edificios y más exposiciones. El museo se abre. Todo se hace diferente.
¿Qué es gusto estético?
El problema del concepto de estética es que lo confundimos con belleza, y la belleza que es maravillosa hace tiempo que dejó de ser un valor en el arte. La fuente, el urinario de Marcel Duchamp, de 1917, belleza no era, y se convirtió en un icono.
¿Qué es la belleza?
Producir belleza no es el objetivo para buena parte del arte contemporáneo, ni lo más importante que tiene que hacer un artista. A veces la belleza se produce por accidente. Durante mucho tiempo hemos entendido que el arte era producir belleza, pero no era el único objetivo.