Olvido García Valdés: “La escritura es un encuentro con uno mismo”

DICCIONARIO DE... La poeta española distinguida con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2022. A través de recuerdos y reflexiones habla de Belleza, Energía, Realidad, Vivir...
La poeta española Olvido García Valdés. /Foto de Alonso y Marful - cortesía editorial Tusquets
Winston Manrique Sabogal  11/11/2022

A Olvido García Valdés, cuando tenía 17 años, un amigo que admiraba le dijo que no escribiera poesía y se dedicara a otra cosa. Pero ella solo obedeció a su necesidad de escribir. A los 36 años, en 1986, publicó su primer poemario, y luego otros mientras daba clases de lengua castellana en institutos de secundaria. Y este noviembre de 2022 recibe el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante del género en la península y Latinoamérica, por ser “dueña de una sintaxis enteramente personal, que busca el despojamiento, la desnudez y el esencialismo”.

 

Su acercamiento a la escritura ha sido imperioso, pero más a la lectura. Lo contó en el ciclo LdeLírica en la Sala Callao de Ámbito Cultural de El Corte Inglés, Madrid. Con Gonzalo Escarpa reflexionó sobre su literatura a partir de frases extraídas de sus libros. Olvido García Valdés, (Santianes de Pravia, Asturias, 1950), ex directora del General del Libro y el Fomento de la Lectura de España, infundió a sus alumnos la importancia de la lectura de poesía y de la sintaxis, entre su mirada profesoral, de lectora y escritora, surge este diccionario sobre su visión del mundo de la poesía:

 

Belleza

“La belleza promete mucho y no da nada”: Simone Weil. No conocía la frase. Es enigmática. Simone Weil amaba, profundamente, la belleza, y en ese amor ya está todo el don de la belleza. Suelo usar más la palabra hermosura. La palabra belleza me impone.

 

Canon

Un canon es una lista convencional necesariamente incompleta. Movida, sobre todo el canon académico, por factores que no son siempre la calidad estética o de valor literario. En todos los ámbitos, trabajos y oficios lo que aparece visible, mediáticamente, probablemente, es la punta de iceberg.

 

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Energía

La escritura y la lectura tienen una enorme energía de transformación. Cuando escribes un poema es como tirarse a un pozo en el sentido de que no sabes muy bien cómo va a ir, ni qué va a parecer ahí. Vas caminando, tanteando. Ese recorrido de la escritura es extraordinario, es un encuentro con uno mismo muy singular.

 

Escribir

Escribir es de lo poco real que hay en ese terreno. Desde que publiqué Confía en la gracia, en 2020, no he vuelto a escribir poemas. Por ahora. Siempre tuve enorme conciencia del sustento que era la escritura. Eso es absolutamente real, y ahora que no lo tengo me doy, todavía, más cuenta.

No me preocupa que no escriba. Lo siento como una pérdida, pero no me preocupa. Esto es otra diferencia con la juventud donde estar seis meses sin escribir un poema parece que se hubiera acabado la fuente y que todo va a ser gris. Se puede vivir sin escribir.

 

Leer poesía

Un poema nos habla como nadie más lo hace, y lo sabemos como lectores más que como autores. Eso lo veía porque he sido profesora de secundaria toda la vida, hasta que me jubilé. La poesía en los pequeños no cuesta, a los adolescentes les cuesta, hay más predisposición.

Leer poesía es un problema de hábito. Como profesora de Lengua castellana lo más importante era la lectura de poesía y la sintaxis al escribir. En el momento en que el poema habla te habla a ti por dentro, y nadie más habla de ese modo.

 

Poema

Mi unidad de trabajo es el poema. No escribo libros. Envidio a amigos cuando dicen que escriben un libro con una forma o estructura. En mi caso esos poemas que escribo se van guardando en un ordenador y, al cabo de un tiempo, tengo la sensación de que ahí hay un libro. Entonces me pongo a trabajar en el libro como tal. Es una última fase que lleva tiempo.

 

Poeta

No sé si sé responder a si se nace poeta o se aprende a escribir poesía. Yo escribo desde niña, pero publiqué muy tarde mi primer libro, a los 36 años, y me parece demasiado pronto en mi caso. Cuando tenía 17 años le enseñé algunos poemas a un amigo sabio que admiraba, y admiro, y me dijo que eso era un desastre, que me dedicara a otra cosa. Agradecí la sinceridad, pero no pude dejar de escribir. Depende de quién diga qué es ser poeta, y se puede decir poeta desde muchos sitios. A lo único que hay que atender, siempre, es a la necesidad que uno tiene de escribir. No hay más razón, y eso ya se verá. Escribir en sí mimo es muy bueno.

 

Premios

Sólo me presenté a dos premios, al comienzo. Un premio es importante para la gente, sobre todo, que empieza y tiene dificultades de publicación y puede resolver esa cuestión. No siempre debemos pensar que los premios avalan la calidad de un trabajo, pero podemos pensar en todos y todas las que no lo recibieron que son grandes poetas. Hay que relativizar la dimensión de estas cosas. Los premios son un poco lo de menos.

 

Realidad e irrealidad

“El mundo está ahí, con sus dosis mezcladas de nítida realidad, y de intensa e hiriente irrealidad”. Eso lo dije cuando acabé mi libro Y todos estábamos vivos, de 2006. Venía de Del ojo al hueso (2001). Los dos libros tienen un arraigo fuerte. Mis libros tienen que ver con épocas vitales propias, y ambos tienen un arraigo en un cáncer que tenía. Ahí la sensación fuerte era la de irrealidad de la vida que vivimos en las relaciones humanas, de la consistencia o inconsistencia de todo eso. Por otra parte, el mundo, el campo, los árboles, la luz, era netamente real. Sigue siendo, un poco, así. A medida que envejecemos esa sensación de irrealidad de la vida interpersonal aumenta, lo que no tiene el mundo con su hermosura inquebrantable.

 

Talleres de escritura

Los talleres de escritura me producen grandes dudas, los de lectura los doy, y me gusta, los disfruto mucho.  

 

Vivir

Decía Herta Müller, la Premio Nobel de Literatura, que ella nunca leyó literatura, que siempre leyó para ver cómo era eso de vivir, cómo se hacía eso de vivir. Es exactamente así. Ese trabajo interior que uno va haciendo consigo mismo lo vas viendo más claro cuando envejeces. Es un trabajo espiritual que consiste en conocerte mejor en relación con la lengua, con la escritura. Es un trabajo que dura toda la vida porque no se puede terminar, y, en mi caso, tiene como correlato que se produce junto a la escritura de poemas.