“Los libros son demasiado sagrados para que la realidad entre en ellos”: Laura Fernández

La periodista y escritora barcelonesa sigue cosechando éxitos con 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus'. En nuestro Club de Lectura cuenta el origen de la novela y desvela detalles de su método de escritura
Diana M. Horta  20/05/2022

Hay escritores que se sientan a escribir con un mapa del libro, quienes lo hacen con una idea, pero sin ninguna nota, y está Laura Fernández que lo hace a ciegas. La escritora empieza a escribir a partir de algunos personajes en una situación vaga y los pone a andar en su nuevo mundo como amparada en el “Que sea lo que Dios quiera”. Y esta vez tardó cinco años para La señora Potter no es exactamente Santa Claus (Literatura Random House), de 608 páginas, un homenaje a la creación y una invitación a que los adultos se entreguen al placer de la imaginación.

Aunque Laura Fernández (Terrassa, Barcelona, 1981) lleva seis novelas, desde su debut en 2008 con Bienvenidos a Welcome ha sido con La señora Potter no es exactamente Santa Claus con el que ha logrado más éxito. Su mundo particular lo detalló en el Club de Lectura de Ámbito Cultural, coordinado por Rafael Caunedo. (Puedes ver el vídeo de l encuentro en este enlace).

La novela ha obtenido varios premios: el de Las librerías Recomiendan al mejor libro de ficción de 2021, Premio Finestres de Narrativa en Castellano, Premio Ojo Crítico de Narrativa 2021, Mención especial Premis Ciutat de Barcelona 2021 y, sobre todo, del público con la gran acogida de las ventas. Ahora la espera en la 81ª Feria del Libro de Madrid para firmar ejemplares.

En esas 608 páginas, el lector asiste a un universo en expansión lleno de humor con múltiples historias y personajes que entran y salen de diferentes géneros literarios que se entrecruzan en  esta novela. La novela transcurre en un pequeño y apacible pueblo cubierto de nieve donde, en realidad, la vida vibra en sus personajes.

Laura Fernández siempre se ha declarado admiradora de los autores posmodernos estadounidenses como Thomas Pynchon, Robert Coover y Kurt Vonnegut y, explica, “juegan con la forma y el fondo, pero, además, tiene algo de la novela inglesa de mediados del siglo XX, divertida. Pero si vamos a la base, es una novela completamente cervantina. Lo que admiran los autores posmodernos es que admiran El Quijote que lo contiene todo. Al final, todo viene y nace de El Quijote”.

¿Entonces, cómo definiría su novela?, pregunta Caunedo: “La defino como una novela en la que todo es posible. Tendía a decirme que hacía sit-com galácticas por la idea de la galaxia con muchos personajes. Me aburre describir espacios, entonces creo personajes para que la novela avance, porque la historia se cuenta a partir de los diálogos. La novela homenajea a los géneros considerados menores como el infantil, de detectives, de terror… Pensé que era un cuento de hadas sin hadas. Una novela en la que desaparecer, y en la que adultos que han sido niños vuelvan a sentir que te interpela el escritor. El escritor quiere que imagine”.

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Resuelto el misterio de la clasificación, Laura Fernández recuerda el origen de la obra. Fue en 2010, en un viaje a Oslo, cuando entrevistó al autor de novela negra Jo Nesbo. Alguien le habló de un pueblo donde veraneaba Santa Claus. Así es que tomó un autobús, y allá llegó. “Era septiembre y Santa Claus ya no estaba”, dice con humor la novelista. Pero conoció la casa, una gran cabaña de tres plantas donde vendían souvenirs. En 2016 empezó a escribir.

“Al final las novelas son sitios en los que te quieres instalar. Empecé a escribir con la idea de crear algo en donde yo quisiera estar un buen tiempo”, confiesa Fernández. Y desvela un elemento crucial de su literatura:

“Una cosa que pasa en mis novelas es que la realidad no las toca. Es decir, Santa Claus no podía estar en el libro porque ya existe. Entonces, tengo que inventarlo todo. Inventé un personaje que fuera mujer y análogo a Santa Claus, pero distinto”.

Aparece su concepción de la literatura y la vida misma:

“Para mí la realidad lo mancha todo. La realidad no me gusta dentro de los libros, porque creo que los libros son demasiado sagrados para que la realidad entre en ellos. Los libros tienen que estar por encima de nosotros. Es algo que hemos creado, es el epítome del ser humano. Vivimos dentro de historias, nos creamos historias, somos historias nosotros mismos. El trabajo del escritor consiste en tomar decisiones todo el rato, y cuando vivimos no hacemos otra cosa que tomar decisiones. El escenario ya nos lo han puesto. Aunque no sepamos en qué consiste, estamos aquí, pero no sabemos qué hacemos, ni qué es este planeta. La realidad ya nos la han dado y hay alguien, ¡o no!, escribiéndola en algún lugar.

Mis novelas parten de ficciones basadas en realidades que ya la han deformado y yo la deformo más para que encaje en un mundo que todos reconocemos. Me gusta la idea de que todo lo que hay dentro de la novela ya lo has visitado de alguna forma, te es reconocible. La realidad es para mí completamente instrumental”.

Laura Fernández escribió La señora Potter no es exactamente Santa Claus durante cinco años, cada día:

Para mí, la escritura es un proceso consciente que va conmigo durante todo el día. Yo me dejo siempre una escena a medias porque tú sigues pensándola y desarrollándola y, al día siguiente, cuando te sientas a escribir esa escena ya ha engordado y la escribes, y no sé nada más de lo que sigue. Eso hace que los personajes estén vivos”.

Confiesa que construye la historia y los personajes sobre la marcha, y en esta novela tenía el final, más o menos. Admira la novela clásica rusa donde la historia acaba del todo, no a medias. Le gusta que personajes, historias y lugares queden completamente cerrados. “Que no se pueda decir nada más de la historia”.

En todo esto está de acuerdo con Stephen King, uno de los autores que más le gustan y la ha influido: “Tener una trama y argumento es un arresto domiciliario, como dice Stephen King. Solo tienes que tener una situación y unos personajes y la historia se cuenta sola. Yo soy mi primera lectora, y como ellos, cuando escribo, no sé nada de lo que sigue”.