Las enseñanzas de Ramón Lobo en el campo de batalla y en la redacción
“Después de cada guerra / alguien tiene que limpiar. / No se van a ordenar solas las cosas, / digo yo”, con la lectura, por parte de Alfonso Armada, de este poema de Wislawa Szymborska terminó el homenaje al periodista y escritor español Ramón Lobo (Venezuela, 1955-España, 2023) en el ciclo Hotel Florida, de Ámbito Cultural, el 23 de enero de 2024. Es un poema de una de las poetas que más le gustaba a Lobo, uno de los enviados especiales a conflictos armados más destacados de las últimas décadas.
A su figura, a todo lo que él representaba como corresponsal de guerra y a los temas que le interesaban, se dedicó esta sesión en compañía de los periodistas Patricia Simón, Javier del Pino, Nieves Concostrina y Enric González, moderados por Alfonso Armada.
“El motivo por el que empezamos este ciclo que rinde homenaje al Hotel Florida fue la presencia de los corresponsales de guerra y de grandes escritores en este Hotel durante la Guerra Civil española. Por eso, queremos que sea un homenaje a Ramón Lobo, quien, además, participó en la segunda edición de este ciclo”, recordó Gervasio Posadas, director de Ámbito Cultural.
Ramón Lobo trabajó en el diario El Sol, en 1992 se vinculó a El País, de donde fue despedido en el ERE de 2012. A partir de ahí, trabajó con medios como Infolibre o el programa de radio A vivir, de la Cadena SER. Obtuvo premios importantes como el Cirilo Rodríguez y el Premio Internacional Cátedra Manu Leguineche. Es autor de los libros El héroe inexistente. Los viajes de un corresponsal de guerra al corazón de las tinieblas del fin de siglo, Isla África, Cuadernos de Kabul, Todos náufragos, El día que murió Kapuściński y Las ciudades evanescentes.
Murió de cáncer el 2 de agosto de 2023. Semanas antes había contado su enfermedad en dos entrevistas a Javier del Pino, en A vivir. Enric González recordó que, más allá de su faceta de contador de chistes malos, cuando El País empezó a enviar a Ramón Lobo a cubrir guerras, “tenía tantas tablas, había editado tanto y había leído tanto, que se manejaba como un veterano. Aunque hablaba mucho de sí mismo, tenía la capacidad de estar pendiente de los demás. Su gracia era saber contar historias de la gente”.
Nieves Concostrina conoció a Ramón Lobo en el funeral de Forges, en 2018. Y fue a ella a quien Lobo contó (y pidió) cómo quería su entierro: dejando flores en las tumbas de personajes del cementerio civil de Madrid. La periodista y escritora se detuvo en la parte del conocimiento de la Historia y del contexto que daba Lobo a sus informaciones. Lamentó que, por mucho que los historiadores y los periodistas difundan, si la ciudadanía decide apartarse, no hay mucho qué hacer: “Puedes encontrar, ahora, cómo está subiendo la ultraderecha. Se está frivolizando tanto esto que, si no se les explica a los jóvenes en casa o en clase… Como periodista, no me cabe en la cabeza que un periodista no sepa algo de Historia. El caso del genocidio que está ocurriendo en Palestina era un plan trazado. Y no va a parar hasta que lo consigan. La Historia muestra que con Hitler llevaron la política de apaciguarlo. Pero fue a más. La ultraderecha nunca se calma”.
Patricia Simón, que colabora con medios como La marea y el programa Carne cruda, conoció a Ramón Lobo en 2006, cuando ella tenía 23 años. Estaban en la guerra del Líbano. Recordó que uno de sus principales rasgos era el disfrute y la pasión por lo que hacía: “Ese afán por contar lo que consideraba que era injusto, ese atravesar el dolor y dejar que luego ese dolor siguiera su recorrido, que plasmaba en el texto sin sensiblería. Es algo de lo que hemos aprendido. También aprendimos de cómo se transformó cuando fue despedido de El País. Había podido seguir colaborando, pero se abrió un blog, tenía necesidad de seguir escribiendo y contando lo que le parecía injusto. Decía: ‘Mis textos son tan buenos porque quienes me lo editan en la redacción son mejores que yo’. Rompió la idea de que cubrir una guerra era estar solo en la trinchera, también se trataba de explicar la guerra y cómo se sobrevive. Y eso es la retaguardia”.
Javier del Pino, fue el último jefe de Ramón Lobo en A vivir, los fines de semana, en la SER. Del Pino, en vídeo desde Washington, destacó la importancia del papel del periodista en la cobertura de acontecimientos como los de Israel y Palestina: “Los corresponsales tenemos secretos en el plano de lo que hacemos, de lo que pensamos y de lo que esperamos de nuestros lectores, oyentes y espectadores. Todos trabajamos con los mismos ingredientes, nos diferencia la manera de contar las cosas y aquellas historias en las que nos fijamos. La mejor enseñanza periodística que nos dejó Ramón es que decía que, en cualquier conflicto, hay que estar siempre con las víctimas.
El otro gran secreto es que el periodismo objetivo no existe. La forma de llegar a nuestro público es humanizar nuestra conciencia y que todos sepan lo que pensamos. Eso lo transmitimos no solo con lo que decimos, sino con cómo lo decimos, por el lugar donde estamos y las historias que escogemos. Y el tercer plano es la responsabilidad de los oyentes, los lectores y los espectadores en su responsabilidad individual y necesidad, o no, de informarse”.
Sobre la situación de Oriente Próximo, Patricia Simón lamentó que la información sobre Israel y Palestina hubiera desaparecido de los medios desde 2016 o 2018. Con ello, añadió la periodista, “Israel ha conseguido que se asimile lo que llevaba buscando décadas: que el destino natural del pueblo palestino es soportar la ocupación y sufrir masacres. Por eso, mucha gente, tras los terribles ataques de Hamás, el 7 de octubre de 2023, cuando ha empezado la limpieza étnica en la franja, lo ha vivido con sorpresa”. Explicó que una de las consecuencias es que la gente no quiera estar informada porque ven que es una sucesión de catástrofes y consideran que, si no se puede resolver, mejor no informarse.
Una forma de revertir esto, según Patricia Simón, es contar por qué Israel no quiere que los periodistas entren en sus misiones. “Nos hemos hecho periodistas”, reconoció la corresponsal, “porque creemos en los derechos humanos, en la legalidad internacional y queremos transformar o contrarrestar tanta injusticia. Lo mejor es no ser cómplices con nuestro silencio, más allá de ser relatores del horror. Uno de los grandes desafíos siempre ha sido no explicar lo grueso, sino toda esa estrategia de hacer la vida imposible a los palestinos de manera cotidiana, el terror psicológico. Ahí está la parte más sofisticada y sibilina de la ocupación”.
Alfonso Armada despidió el homenaje con la lectura de uno de los poemas de Wislawa Szymborska, una poeta que le gustaba a Ramón Lobo:
Después de la guerra
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra…