La cultura ‘drag king’ avanza en su transgresión de los géneros y el performance

Con motivo del Día del Orgullo Gay, 28 de junio, presentamos a uno de los colectivos más minoritarios: el que escenifica, en alianza con las expresiones artísticas, a través la imagen masculina, la transversalidad, el mestizaje y la fluidez de los géneros sin prejuicios
El drag king español Marcus Massalami. /Foto cortesía de Melisa Meseguer
Winston Manrique Sabogal  23/06/2022

Poesía, canto, música, teatro, cine, cuento, cómic, baile, danza… Diferentes expresiones artísticas y culturales confluyen en el colectivo drag king que escenifica, a través de la imagen masculina, la transversalidad, el mestizaje y la fluidez de los géneros sin prejuicios. Una cultura que avanza lenta en su visibilización, desde la periferia de la comunidad LGTBIQ+.

Pero el drag king no nace en ese colectivo, y sus motivaciones son diversas. Empieza en el corazón de las artes escénicas de la Grecia clásica y llega hasta hoy con múltiples formas y reivindicaciones. Son muchas mujeres de la realidad y la ficción las que han transgredido la norma al integrar vestuario y actitudes masculinas en su arte y su vida. Hay tres en el imaginario universal que pueden representar esta cultura y actitud ante la vida:

En el siglo XIX, una mujer desafió a su época al subvertir las fronteras de los géneros para poder realizarse como persona. Adoptó el seudónimo masculino de George Sand, vestía como un hombre, fumaba puros, se casó, tuvo hijos, se separó, mantuvo relaciones apasionadas con hombres y mujeres, lideró círculos intelectuales y logró el éxito literario.

Un siglo después, en 1930, Marlene Dietrich llevó al imaginario una imagen parecida al diluir en el cine los roles al vestir de smoking, pajarita blanca, sombrero de copa y un cigarrillo entre los labios en la película Marruecos.

Medio siglo más tarde, en 1982, Julie Andrews, se olvidó de Mary Poppins para vestir como otro caballero de smoking en un escenario para ganarse la vida en Víctor, Victoria.

Reflejos asimilados que pueden visibilizar y normalizar a los drag kings que hoy tienen motivos muy variados: lo hacen con dimensión política, o sentido crítico, o búsqueda de identidad, o de denuncia, o de empatía, o de romper etiquetas y estereotipos, o de deconstruir los roles, o de reflexionar o, simplemente, como vía para expresar lo que se siente o quiere decir.

En España, Sara Rodríguez creó el primer colectivo drag king. Nació de su proyecto de fin de carrera de Comunicación. La periodista y comunicadora explica que “el colectivo Drag King España nace como una plataforma para dar visibilidad a este grupo de personas que se dedican a hacer arte mediante el desafío de la identidad de género: actos teatrales y performances de diferentes tipos, con el fin de romper las normas establecidas por la sociedad en relación con el género que nos enseñan”. 

Evolución y referencias culturales

La intención del drag king Marcus Massalami, cuyo verdadero nombre es Melisa Meseguer, es “hacer ver que, realmente, podemos ser más libres en cuanto a expresión y en cuanto a hacer. Se trata de liberar esos roles de género que están impuestos de una manera tan vehemente. Se busca ejercer la voluntad sobre el propio cuerpo. Liberar esa parte aprendida que funciona como un corsé. Es la deconstrucción del constructo social”.

El arte drag king, explica Melisa Meseguer, enfermera de profesión, está en constante evolución, y se crea sobre la marcha al haber pocos referentes: “Es un aprendizaje y escenificación progresiva. Mi propia exploración del drag king ha evolucionado al acercarlo, cada vez más, a lo queer en el que utilizo herramientas masculinas y femeninas”.

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No hay muchos libros, películas, pinturas, cómics o series de televisión que aborden expresamente este colectivo. Uno de los pocos ejemplos recientes es la película Anne+, donde se aprecia el arte drag king, cuya acogida ha derivado en una serie de televisión.

A falta de libros directos sobre este colectivo, un acercamiento es el ensayo Insumisas: mujeres que se vistieron de hombre en busca de igualdad, de Laura Manzanera (Principal de los Libros). La escritora catalana explica que “desde el azul para los niños y el rosa para las niñas hasta la rivalidad pantalón-falda, prendas que representan independencia y dinamismo frente a control e inacción, la vestimenta ha sido la herramienta de vigilancia más eficaz. Por eso resulta lógico que tantas mujeres a lo largo de la historia hayan decidido no solo ponerse ropa de hombre sino hacerse pasar por varón con todos los peligros que dicha insumisión conllevaba”.

Al margen de los motivos y circunstancias de estas mujeres, agrega Laura Manzanera, “estas pioneras comparten con los Queer King el ansia de ser libres y de sentirse a gusto. Como George Sand, hace dos siglos, están en su derecho de vestir como les dé la gana. Ni más ni menos. Cuando en el siglo XXI a muchos se les llena la boca con la defensa de la libertad y la diversidad, hay quienes la viven, la sienten y la visibilizan. La apariencia importa, y mucho, pero debe ser elegida. Ya es hora de superar los prejuicios y trascender el aspecto femenino y masculino que nos han hecho creer”.

Origen

El drag king es el mellizo del popular drag queen que trascienden el travestismo existente desde hace muchos siglos. La categoría drag se oficializa en 1870 cuando el diario británico Reynold’s, “publicó esta encantadora invitación: ‘La etiqueta será el drag, es decir, que los hombres deberán llevar vestimenta femenina”, recuerda la editorial Astiberri que acaba de publicar el libro ilustrado Arte Drag.

El drag es una expresión artística, añade al editorial, que “no solo subvierte los cánones sociales, sino que se deleita riéndose del mundo que nos rodea. El drag es divertido, liberador y deliciosamente queer, así que no es de extrañar que se haya convertido rápidamente en un fenómeno planetario”.

Las raíces drag, recuerda la editorial Astiberri, se remontan al teatro de la antigua Grecia, revive en los escenarios de la Inglaterra victoriana, o en el kabuki surgido en el siglo XVII; el mundo alternativo de la era del jazz en la década de 1920; la dimensión política del drag y su recorrido histórico por las décadas de persecución y activismo durante el siglo XX; la creciente aceptación a partir de 1969, fecha de fundación de la Gay Liberation Front; y los primeros años del siglo XXI, en los que el drag se ha lanzado a la conquista del mundo”.

Melisa Meseguer, como Marcus Massalami, cuenta que cuando empezó su performance, hace tres años, había muy poca información y guías de cómo ser y/o hacer drag king. “Si desde pequeña hubiera sabido que existe una rama artística en la que podía desarrollarme lo hubiera hecho mucho antes”, reconoce Meseguer. Ahora, desde el colectivo Drag King España, participa en charlas y talleres cuyas plazas se agotan: “La gente lo reclama y con esa información que damos creamos comunidad y, a la vez, nos estamos creando”.

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