La banda sonora del verano en varios libros de música
El encuentro entre la primavera y el verano es el de los días de la música más alegre, de los ritmos más cómplices, del ritual de los bailes, de las citas en los festivales. Con la música aflora un viaje ancestral, porque, como dice el musicólogo, poeta y ensayista Ramón Andrés, “la música nace de la imitación de la naturaleza. Tanto como la vista, el oído ha sido un órgano decisivo para que el ser humano tomara conciencia de sí mismo como lugar que es de resonancia interior”.
Esa presencia de la música en el adn del ser humano la ha recogido la literatura a lo largo de la historia, como se ve en la 81ª Feria del Libro de Madrid. Este relato literario-musical, o álbum del verano, lo podría abrir Filosofía y consuelo de la música (Acantilado), con el que Ramón Andrés obtuvo el Premio Nacional de Ensayo 2021. Es un viaje extraordinario por la vida a través de la música insertada en el devenir del ser humano con hechos y diferentes compositores e intérpretes clásicos. Sus más de mil páginas confirman que el individuo es, también, sonido, ritmo, movimiento, celebración.
La siguiente pista del álbum sería un clásico reciente del género: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música, de Alex Ross (Seix Barral). Aquí, el crítico de The New Yorker narra el siglo pasado a través de su música en una simbiosis sobre cómo los nuevos sonidos, composiciones y géneros empezaron a abrirse paso entre la música clásica acorde a los acontecimientos de una centuria vertiginosa: del adiós al mundo decimonónico de antes de la Primera Guerra Mundial a la llegada del siglo XXI.
Estas dos piezas literarias son una obertura a la confirmación de por qué la música es la expresión artística que más conecta a todo tipo de personas entre sí y consigo mismas de manera natural. No en vano, hay libros donde la música es el corazón de la historia. Sobre todo, el rock, el pop, el punk, el tecno y géneros más modernos vinculados con la etapa de crecimiento del individuo y de su descubrimiento de la vida. Las historias de estas novelas tienden a girar alrededor de grupos de jóvenes, o, mejor, la música funciona como gran celestina-aglutinadora de amigos y volcán de emociones, afectos y sentimientos insospechados.
Las novelas han sabido trasladar estas complicidades de música y vida en obras recientes como Love Song, de Carlos Zanón (Salamandra), y La Madriguera Dorada, de Catalin Partenie (Impedimenta). Zanón sitúa su relato en lo años ochenta, justo la cultura que ha renacido en los últimos tiempos. El escritor barcelonés cuenta la relación de tres jóvenes amigos y músicos (dos son pareja y el tercero es su amigo), cuya banda gira por los campings y locales de la Costa Brava versionando solo canciones de 1985. Al ritmo de sus acordes la visita inesperada del amor, de las dudas.
Si aquí los laberintos de la amistad y del amor tienen su propia banda sonora, en La Madriguera Dorada ocurre más de lo mismo, pero en la Rumanía de 1988, en el ocaso del régimen dictatorial de Nicolae Ceausescu (el dictador caería en diciembre de 1989). En sus páginas, tres amigos encuentran en la música su ventana para respirar y realizar su sueño de crear una banda de rock.
Si de amistad, amor y música en la literatura reciente se trata, no puede faltar Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler (Libros del Asteroide). El poder de la música con los hilos invisibles que teje entre las personas, a pesar del paso del tiempo, se revela en esta historia casi como algo milagroso. Cuatro amigos de la infancia y adolescencia de un pueblo de Estados Unidos se reencuentran años después de descubrir el mundo. Vidas distintas, uno de ellos estrella de rock, y el pasado que cae como una guja en el tocadiscos.
La obra que cierra este álbum literario es del género musical estrella de Latinoamérica: la salsa, de cuyo declive surgen muchos de los ritmos de hoy. Sus raíces, génesis, brillo, crepúsculo y mutación las cuenta Leonardo Padura en Los rostros de la salsa (Tusquets). Un ensayo lleno de las voces de aquellos que dieron nombre a este ritmo cubano con capital Nueva York: de Eddie Palmieri a Rubén Blades, pasando por Celia Cruz.
El verdadero reinado de la salsa terminó en los años ochenta por la mercantilización y la salsa romantizada. Esta metamorfosis dio origen a géneros como el merengue y la bachata, hasta que ese vacío salsero de protestas y demás lo empezó a llenar el reguetón, explica Leonardo Padura. El escritor cubano, y Premio Princesa de Asturias de las Letras, afirmó en una entrevista que “el reguetón es un producto artístico de una elaboración musical muy elemental, pero es la expresión de esa elementalidad social que hoy vive el mundo”.