Juan Diego Botto: “Las carreras, al final, se hacen con las películas que rechazas”
Juan Diego Botto son muchos Juan Diego Botto en uno. De 2021 al 2023: pasó de villano perverso y seductor en la superproducción de superhéroes Escuadrón suicida , a protagonizar su propia y premiada obra de teatro Una noche sin Luna, sobre Federico García Lorca. De ahí, a ganar el Premio Nacional de Teatro en España, luego a dirigir su primer largometraje, En los márgenes, fiel a su compromiso social y político, y, ahora, vuelve a ser el pijo de la segunda temporada de la serie Todos mienten . . , de Movistar Plus+. Sin tener en cuenta sus papeles de padre y hombre en pareja, que tanto le importan.
Todo muy intenso y muy rápido. Por eso, Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) tiene la sensación de que una sola vida no le alcanza: “Querría tener tres o cuatro. En una, estaría solo dedicado ser padre y compañero de mi pareja, en otra, solo actor, en otra comprometida con el activismo, y en otra, estaría viajando”.
Un ritmo y una aspiración frenética que contrasta con su voz pausada y la serenidad que transmite, como lo demostró en el ciclo Mi vida en películas, de Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, del mes de diciembre de 2023, en la Sala Callao de Madrid. El actor, de títulos como Historias del Kronen, Martín Hache, Plenilunio, Vete de mí, Ismael y Los europeos , conversó con Santiago Alverú, actor y periodista de la revista Cinemanía.
Un encuentro donde Botto desveló detalles de su método de trabajo, de las películas y actores que lo han marcado, y de cómo consulta a su madre, Cristina Rota, para que le oriente en la interpretación de un personaje. No en vano, ella es la actriz y productora argentino-española creadora de la reconocida Escuela de Interpretación Cristina Rota.
Del sentido narrativo con que Juan Diego Botto evoca sus romances con el cine, surgen estas escenas:
La película que me enamoró
La primera película que vi en una sala de cine fue Cantando bajo la lluvia. La vi con mis hermanas en una sala de reposiciones. Me enamoré del cine con aquella película, de un mundo mágico y fascinante. Quedé admirado con Gene Kelly, pero también con Donald O’Connor en la escena famosa Make’em Laugh. Luego he visto ese musical 15 o 20 veces.
Despertar a la sexualidad
Cuando tenía unos diez años me desperté por la noche, fui a beber agua a la cocina y, cuando volvía a mi habitación, vi que mi madre estaba viendo una película en la televisión, en blanco y negro, y, en el momento en que yo pasaba con mi vaso de agua, estaba Sybill Shepherd muy joven, desnudándose para meterse en la piscina. La película era The Last Picture Show, La última película, de Peter Bogdanovich, una obra maestra. Ese fue mi despertar a la sexualidad. Me quedé ahí, viendo a Sybill Shepherd desvestirse muy despacio y me empezaron a pasar una serie de cosas que yo no sabía qué eran, aquello era como hipnótico, y aquella imagen me acompañó durante años. El cine tiene es eso, te va acompañando en distintos momentos de tu vida.
Fantasear con el éxito
No hay actor que no fantasee con el éxito y tema al fracaso. Todos hemos deseado hacer películas que queden y que permanezcan en la memoria de la gente y, a la vez, todos tememos. Cuando empiezas a trabajar, y tienes la suerte de trabajar, piensas. “¿Y si esta es la última?”. Porque nunca sabes si hay otras después. Y cada vez que dices no a un proyecto, hay un pequeño vértigo. Las carreras, al final, se hacen con las películas que rechazas.
El descubrimiento de Marlon Brando
Una película que me impresionó y fue un punto de inflexión fue Un tranvía llamado deseo, de Elia Kazan. Había escuchado hablar mucho a mi madre de Marlon Brando, pero nunca había visto un trabajo suyo. Yo era pequeño y en televisión hicieron un ciclo suyo, cuando iban a poner Un tranvía llamado deseo mi madre me dijo: “Está doblada y no quiero que la vean así”, porque la veíamos con mi hermana. Entonces, nos consiguió un betamax con la versión original. Lo primero que me sorprendió fue la voz nasal de Marlon Brando, porque doblado es una voz muy grave. Me impresionó su sutileza, su belleza, los matices. Su presencia. Cómo se adaptaba a cualquier cosa que estaba pasando en el momento del rodaje siempre me ha parecido asombroso. Brando era el primero que actuaba como un ser humano normal frente a las cámaras y, por eso, creó toda una escuela a partir de él. Incluso, el Brando insoportable hizo trabajos excepcionales.