Isabel Muñoz muestra el origen de la civilización, en El Corte Inglés, como preámbulo de ArcoMadrid
Las sombras nocturnas sobre lo que queda de los primeros poblados de la humanidad han sido la inspiración de este nuevo trabajo de Isabel Muñoz. Se trata de los yacimientos de Göbekli Tepe y Karahan Tepe, al sudeste de Turquía, en la frontera con Siria. Datan de entre 9.500 y 11.000 años antes de Cristo, unos seis mil años más antiguos que el complejo megalítico de Stonehenge (Inglaterra).
Es una mirada al origen del Neolítico. Una ventana a los tiempos en que los humanos empezaron a dejar su pasado nómada para volverse sedentarios y cambiar su destino, en el que la razón se abre paso para mirar al futuro: cultivar, criar animales, formar poblados y crear espacios de ritos y adoraciones donde ya los animales y la naturaleza empezaron a perder protagonismo en favor del propio ser humano.
Este viaje en el tiempo podrá verse en los escaparates de El Corte Inglés en los centros madrileños de Serrano y Preciados a través de la exposición fotográfica Antes del tiempo, de Isabel Muñoz, del 26 de febrero al 11 de marzo de 2024. Con esta muestra, Ámbito Cultural crea un preámbulo de la edición 43 de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, Arco, del 6 al 10 de marzo.
Göbekli Tepe y Karahan Tepe son complejos circulares y ovalados sustentados en piedra caliza con altas columnas en forma de T, decoradas con relieves de animales, figuras abstractas y rostros humanos. ¿La función? Espacios rituales, de reuniones, habitacionales. Como otros lugares parecidos, de épocas posteriores, pero primigenias en diferentes lugares del mundo, fueron abandonados misteriosamente unos tres mil años después, solo que aquí esas construcciones fueron enterradas.
Su hallazgo data de 1994, pero solo hasta 2019 empezaron sus excavaciones. Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) estuvo allí en 2022. La ganadora de dos premios World Press Photo, del Premio Nacional de Fotografía de España 2016, de la medalla al Mérito de las Bellas Artes y miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando recordó en esta video entrevista cómo fue estar en aquel espacio casi edénico.
Winston Manrique Sabogal. ¿Qué recuerda al pensar en la primera vez que estuvo allí? Porque, imagino, que una cosa es verlo de día y otra de noche.
Isabel Muñoz. La verdad es que no tiene nada que ver. Lo primero que hice fue pensar en las personas que habían habitado allí y se habían molestado en cubrir todo eso y preservar su memoria. Lo abordé, primero, con mucho respeto. Por eso preferí fotografiar de noche y con la misma luz a la que ellos tenían acceso. Aparte de la fotografía, busco hablar de sentimientos. Intenté estar muy cerca para tratar de escuchar y para ver, a través del amor, cómo transmitir todo ese lenguaje. Eso es lo que he intentado. Reconocer que no soy una entendida, ni soy una arqueóloga, ni especialista en fotografía arqueológica. Pero sí que me interesa el ser humano.
W. Manrique Sabogal. Además de las preguntas existenciales de toda la vida, como ¿qué es el ser humano?, etcétera, ¿hay alguna que se haya reforzado después de haber tenido aquella experiencia?
Isabel Muñoz. Sí. Cuando te encuentras delante de esa realidad, que ya no sabes ni si es realidad o no, te haces muchas preguntas no solo por ellos, sino por nosotros. Ante la soledad y todos los sonidos de animales, en esos momentos me interesaba más pensar en ellos que en mí. Trataba de ver lo que ellos veían, comprenderlos, más para poderlo luego transmitir… Cómo pensaban, cómo amaban… Qué significaba todo eso, cuándo utilizaban todo aquello. Era como un viaje en el tiempo.
Intenté situarme en esa época; pensaba en los artistas, hombres, mujeres, niños que eran capaces de trabajar esa piedra. Pensaba, también, en quiénes la habían llevado cuando eran todavía nómadas, qué tenía ese sitio para que se instalaran allí. Es que son seis mil años antes de Stonehenge.
Me he dedicado a vivir, a sentir; es curioso, ahora que me lo preguntas. Me he dedicado más a vivir lo que ellos vivían de alguna manera. Es una zona mágica donde hay poco turismo, y se agradece. Intenté descubrir muchas cosas a través de la iluminación, de ver lo que ellos veían.
W. Manrique Sabogal. Ha estado en muchos lugares compartiendo su testimonio fotográfico, especialmente donde hay dolor e injusticia. Ha acumulado una mochila pesada de emociones para sacar belleza de donde aparentemente no habría belleza. Cuando está allí, en Turquía, ¿cambia su idea original sobre qué tipo de fotos iba a hacer? ¿Cómo fue ese proceso creativo- sensorial - emocional?
Isabel Muñoz. Necesito tener una idea de qué voy a contar, cómo lo voy a contar, tanto técnicamente como desde el alma, el corazón, llámalo como quieras, y voy evolucionando en esta forma de contar, a medida que voy descubriendo cosas. Respeto mucho al otro, como decías antes, el dolor. Iba mirando, buscaba, también, si había ese dolor, por sacrificios. Lo que parece ser es que, en ese momento, la sociedad era igualitaria, no había luchas de poder.
Entonces, empieza todo cuando 300, 400 años, más tarde se comienza a reconocer la propiedad privada, el primer grano cultivado, los primeros animales domesticados. Debía de ser como un pequeño paraíso, porque, además de que es una zona fértil, realmente, no tenían por qué cultivar si es que se lo estaban dando, y animales tenían todos los que quería. Esa vida allí duró casi 3.000 años, una época con muchísimos cambios climáticos.
Todo lo que construían lo hacían con sílex y elementos de primera calidad. Tótems de cinco metros y medio, creo que era la forma de conectar con lo invisible. He pretendido transmitir eso.
W. Manrique Sabogal. ¿Hay alguna pieza que le haya conmovido especialmente y que esté en la exposición?
Isabel Muñoz. Hay muchas. Hay una, sobre todo, que yo la llamo La Luna. Es una pieza que está en Karahan Tepe. Allí tiene el espacio multifuncional y al lado tiene como una especie de piscina donde hay una figura que de día parece un hombre o un tigre o un animal, rodeado de once columnas o falos distintos cada uno. Tanto los arqueólogos como yo creemos que era un espacio de rito, de pasaje. Lo que es muy curioso es que la interpretación de los arqueólogos está hecha de día, pero cuando yo me pasé por la noche, que son las imágenes que se van a ver en la exposición, descubrí que ese hombre se convertía en mujer. Entonces pensé en ella porque pensamos que somos muy diferentes y somos mucho más parecidos de lo que pensamos. Y dije, bueno, si se quiere crear algo que fuera como el principio de todo, en ese momento lo más vital es la procreación. Lo he visto también en otras partes. También han descubierto que esos falos o columnas están recubiertos con un líquido.
Yo he hecho trabajos en las tribus que viven de espaldas al progreso. Por ejemplo, Nueva Guinea Papúa, todos sabemos también los grupos de pasaje en qué consisten, yo no voy a entrar en eso. Pero lo que sí que es curioso es que cuando ellos deciden dejar su sitio, cubren esos 40 centímetros con una arena roja que tienen que ir a buscar a kilómetros, kilómetros y kilómetros. Entonces, realmente, para ellos era sagrado.
Hay piezas maravillosas como la primera tauromaquia. También acaba de aparecer, por ejemplo, un hombre de 2 metros 30, que la mitad del cuerpo se le ven las costillas, el esternón, está indicando que tenían conocimientos de anatomía.
Isabel Muñoz es una narradora de historias. Busca el alma y el relato en cada fotografía: “Somos contadores de historias a nivel fiel, a nivel de lo que queramos, y necesitamos al otro para que esa historia exista. Se va configurando con la vida, pero es tu visión y hay otra gente que considera bella otra cosa, y eso está bien”.