El universo de José Saramago en cinco pasajes literarios
La mirada noble y poética de José Saramago, apoyada en las vidas de la gente humilde, ciertas advertencias políticas a la sociedad, los dilemas de la conciencia entre realidades y sueños y preguntas, muchas preguntas, reviven con fuerza este verano. Su figura y su voz están presentes debido a la conmemoración del centenario de su nacimiento, el 16 de noviembre de 1922, en Azinhaga (Portugal). Saramago falleció el 18 de junio de 2010, en Lanzarote (España).
La trayectoria literaria de Saramago es de novela: su carrera de éxitos despegó ya casi con sesenta años, en 1977. Dos décadas después obtuvo el Nobel de Literatura, en 1998.
La reedición de su obra y la recuperación de sus libros Viaje a Portugal y de su primera novela, La viuda (1947) invitan a recordar su voz a través de algunas de sus obras capitales donde se refleja su concepción de la vida y sus ideas políticas y sociales que le dieron prestigio. Como señaló la Academia Sueca al concederle el Nobel, Saramago es un escritor que “con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía, continuamente nos permite, una vez más, aprehender una realidad elusiva".
El año de la muerte de Ricardo Reis (1984)
“Conforme van poniendo pie en tierra, corren a abrigarse, los extranjeros murmuran contra el temporal, como si fuéramos nosotros los culpables del mal tiempo, parecen haber olvidado que en sus francias e inglaterras suele ser mucho peor, en fin, a éstos todo les sirve con tal de desdeñar a los países pobres, hasta la lluvia natural, mayores razones tendríamos nosotros para quejarnos y aquí estamos callados, maldito invierno este, lo que va río abajo de tierra fértil arrastrada, con la falta que nos hace, siendo tan pequeña la nación. Ya empezó la descarga de equipajes, bajo las capas relucientes los marineros parecen fetiches con capuz, y abajo, los maleteros portugueses se mueven más ligeros, es la gorrita de visera, la chaqueta corta, impermeable, azamarrada, pero tan indiferentes al remojón que asombran al universo, tal vez este desdén ante la comodidad mueva a compasión las bolsas de los viajeros, portamonedas que dicen ahora, y la compasión se convierta en propina, pueblo atrasado, de mano tendida, cada uno vende lo que le sobra, resignación…”.
“En París se rieron mucho de las súplicas del alcalde, que parecía que estaba telefoneando desde una perrera a la hora de echarle el almuerzo a los animales, y sólo ante los ruegos insistentes de un diputado de la mayoría, nacido y criado en aquella comuna, por tanto conocedor de las leyendas y relatos locales, acabaron por mandar al sur a dos veterinarios cualificados del Deuxième Bureau, con la especial misión de estudiar el fenómeno insólito y presentar un informe y propuestas de acción. Entretanto, desesperados, a punto de ensordecer, los habitantes vagaban por las calles y plazas de la apacible estación balnearia, ahora estación infernal, sembrando docenas de bolas de carne envenenadas, método de simplicidad suprema cuya eficacia ha sido confirmada por la experiencia en todo tiempo y latitud. En total, sólo murió un perro, pero…”.
El evangelio según Jesucristo (1991)
“Las manos de Jesús se alzaron de repente hasta el rostro como si quisiera desgarrarlo, su voz se soltó en un grito irremediable, Mi padre mató a los niños de Belén, Qué locura estás diciendo, los mataron los soldados de Herodes; No, los mató mi padre, los mató José, que sabiendo que los niños iban a ser muertos no aviso a los padres, y cuando estas palabras fueron dichas quedó perdida toda esperanza de consuelo. (….) María tendió la mano al hijo; No me toques, mi alma tiene una herida, Jesús, hijo mío, No me llames hijo tuyo, tú también tienes la culpa”.
Ensayo sobre la ceguera (1995)
“Algunos conductores han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar al automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta, Estoy ciego.
Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, la esclerótica blanca, compacta como porcelana”.
“Cuando los dos hombres salieron de casa, veinte kilómetros atrás, el cielo apenas había comenzado a clarear, ahora la mañana ya ha puesto en el mundo luz bastante para que se pueda observar la cicatriz de Marcial Gacho y adivinar la sensibilidad de las manos de Cipriano Algor. Vienen viajando a velocidad reducida a causa de la fragilidad de la carga y también por la irregularidad del pavimento de la carretera. La entrega de las mercancías no consideradas de primera o segunda necesidad, como es el caso de las lozas bastas, se hace, de acuerdo con los horarios establecidos, a media mañana, y si estos dos hombres madrugaron tanto es porque Marcial Gacho tiene que fichar por lo menos media hora antes de que las puertas del Centro se abran al público”.
José Saramago publicó su última novela en 2009, Caín. Sesenta y dos años después de la primera, en 1947, que ahora se recupera: La viuda. Tenía 24 años. Al pasar sin pena ni gloria, se dedicó a otros trabajos para sacar adelante a su familia con esposa e hija recién nacida. Vivió entre trabajos varios y el periodismo. En la década de los sesenta volvió a la literatura a través de la poesía. Fue en 1977 cuando retomó la escritura de novelas con Manual de pintura y caligrafía, hasta que en 1980 la publicación de Levantado del suelo lo llenó de elogios y le cambió el futuro. A partir de entonces, ya con casi 60 años, Saramago empezó una carrera literaria prolífica de un libro casi cada dos años.