Domingo Villar, el escritor de novela negra que buscaba la emoción del lector
“Punto y seguido, / queda mucho por contar / Hay rima, / después del punto final”. Y así ocurre con Domingo Villar, fallecido el 18 de mayo de 2022, a los 51 años. Con los versos de esta canción, inspirados en el escritor español, Arcadio Falcón, cantante y guitarrista de The Bandits, empezó el homenaje el lunes 24 de octubre.
Ámbito Cultural, en su sala Callao de El Corté Inglés, de Madrid, acogió este tributo del XV Festival Internacional Getafe Negro, del 24 al 30 de octubre. Participaron Ofelia Grande, editora de Siruela; Lorenzo Silva, escritor y comisario honorífico del Festival; Pilar Falcón, presidenta del Club de Periodistas Gallegos en Madrid; y Antonio Lozano, periodista, escritor y moderador del acto.
Domingo Villar (Vigo, España, 1971 – 2022) ocupa un lugar relevante en la novela negra española con solo tres títuloS: Ojos de agua (2006), La playa de los ahogados (2009) y El último barco (2019), y el volumen Algunos cuentos completos (2021), todos en editorial Siruela. A través del inspector Leo Caldas, el escritor muestra Vigo y Galicia con sus gentes, su idiosincrasia y sus paisajes exteriores e interiores en un estilo elegante y ritmo pausado y profundo.
Los recuerdos de los invitados a este homenaje crean el siguiente retrato de Domingo Villar, a manera de diccionario:
Amabilidad. Cuando saqué mi primera novela, en Siruela, coincidí con la primera novela de Domingo Villar. Tuvimos que hacer la promoción juntos. Tengo muy buenos recuerdos suyos. Y, como yo, muchos escritores, muchos editores, muchos libreros, se acuerdan de su amabilidad, de su generosidad, de su cultura, de su gran humor. (Gervasio Posadas, escritor y director de Ámbito Cultural)
Edición. Era una persona muy segura de lo que hacía. Le hacía comentarios, pero más que preguntarle, lo que yo hacía era responder a sus preguntas. Él tenía claro lo que quería contar. Te convencía de por qué había puesto una cosa u otra. El trabajo de edición era poco, era larga la espera, pero poco el trabajo posterior. Sí había trabajo con la correctora de mesa, de correcciones orto-tipográficas, o estilísticas, porque pulía y repulía cada frase hasta la extenuación, hasta un cuarto de hora antes de entrar a imprenta. Y le gustaba el trabajo de editor, tenía vocación y habilidades. (Ofelia Grande)
Emoción. En sus novelas ponía el acento en que había que emocionar al lector. Decía que al lector se le llega por la emoción. Colocaba de forma prioritaria la naturaleza humana para ir a esta emoción y conectar con todos. Reflejo de la humanidad que había en él. (Antonio Lozano).
Dijo en una entrevista que escribía para emocionar al lector. La emoción es lo que la gente recuerda. Contamos historias no para olvidarlas. Decía que para buscar esa emoción tenía que escribir emocionado. (Lorenzo Silva)
Escritura. Era un autor de siete páginas, escribía cada capítulo y luego otro, y, de repente, tenía muchísimos. (Ofelia Grande)
Estilo. Es un lenguaje elegante, pulcro, limpio, nítido. En la última novela encuentras un coro de personajes que suena bien por lo que tienen dentro los personajes. (Lorenzo Silva)
Exigencia. Era exigente a la manera gallega: nunca exigía nada, pero sentías que había que darle todo, y lo hacíamos gustosos, porque era un tipo extraordinario. Le quería, esa es la verdad. Hace muchos años había traspasado la frontera de ser un autor de la editorial, había alcanzado la categoría de amigo. (Ofelia Grande)
Gallego. Era gallego cuando sentía, cuando hablaba de sentimientos. Como decía Hemingway: hay que escribir de los sitios cuando estás lejos de ellos. Él escribe de Galicia cuando ya está en Madrid: añora el mar, añora su ciudad, pero lo ve desde los ojos que están fuera. En sus novelas vemos a un gallego que ha seguido queriendo a Galicia mucho más desde que estaba en Madrid. (Pilar Falcón)
Muerte. Representa a un gallego que escribía de la muerte, pero riéndose de ella, de alguna manera. Es casi una sonrisa a la vida, una sonrisa a la muerte. (Pilar Falcón)
Niño. Se hacía querer en silencio. Con esa expresión de medio niño, un toque de niñería, de cierta inocencia, que se traduce en su obra porque a los personajes terminas queriéndolos todos. (Pilar Falcón)
Oralidad. Un día lo vi leyendo uno de sus cuentos con tanta entrega e interpretación que comprendí que para Domingo Villar la literatura era oralidad. Entendí hasta qué punto la literatura salía de la voz humana. Es el comienzo de la literatura, que la hemos puesto por escrito después. Entendí lo que me dijo tantas veces: “Yo para estar convencido que mi texto vale se lo tengo que leer en voz alta a una persona cercana; primero durante mucho tiempo a mi padre, luego a mi mujer, luego a mis hijos. Y luego, cuando yo siento que suena, en castellano y gallego”. (Lorenzo Silva)
Personajes. Los personajes terminas queriéndolos todos. Y lo justifica. Lo malo que hacen lo mezcla con el ambiente, siempre gallego, que le va como permitiendo lo que hace, o haciendo entender. El personaje y el ambiente se mezclan de una manera clásica en la literatura gallega desde siempre. (Pilar Falcón)
Secreto. En los tres libros tiene una constante y característica: trabajaba muy bien las piezas, muy convincente. Esas piezas las ensamblaba y funcionaban. Es un autor con equilibrio entre la trama, un mecanismo de ir poco a poco y construir una escalera coherente. Sus novelas no son trepidantes, ni puñetera falta que hace, pero son historias donde el ritmo lento funciona. Eso se equilibra con el lenguaje desde la oralidad y musicalidad. (Lorenzo Silva)
Simpatía. Era una persona discreta, escuchaba a todo el mundo, y cuando te querías dar cuenta había hecho migas con todo el mundo. (Lorenzo Silva)
Vigo. Destacaba en la construcción y descripción de atmósferas de la Ría de Vigo. Decía que escribía y creaba esas tramas porque tenía la necesidad de hacer un canto de amor a su tierra, y todo estaba orientado a eso. (Lorenzo Silva)