El poeta donostiarra abrió la semana, el lunes 13 de diciembre, con una conversación con Gonzalo Escarpa, poeta y coordinador del ciclo. Iribarren, sereno, sorprendido y sonriente, a veces, ante su vibrante vida, habló de su reciente poemario, El escenario (Visor), y de su trayectoria, a la vez que desveló detalles de su proceso creativo y la manera como concibe la poesía y su escritura:
“A mí me interesa más que la poesía parezca verdad. Que la poesía se pueda sentir como verdadera; que eso esté por encima, incluso, de lo artístico del poema. Que cuando alguien lea un poema, el poema le interese tanto por lo que dice y como por lo que dice. Que se olvide que detrás hay un artífice. Que le interese el poema. Eso es para mí lo que me importa, más que la bella construcción”.
Esas palabras reflejaron la idea de Karmelo C. Iribarren sobre su poesía que en sus inicios contó la vida sin tapujos: descarnada, salvaje, áspera, sin filtros, pero a partir del tercer o cuarto poemario sus versos entraron más en la reflexión. En 1993 empezó a darse a conocer con la plaquette Bares y noches, en la colección Máquina de sueños del Ateneo Obrero de Gijón, y en 1995 publicó su primer poemario: La condición urbana. Y así hasta una veintena de obras llenas de vitalidad, ironía, humor o compromiso que en 2018 lo hicieron merecedor del Premio Euskadi de Literatura.
Uno de los poetas fundamentales para Iribarren es Jaime Gil de Biedma. Tras leerlo le pareció que este “dio un salto a la modernidad. Hacia la vida real. Supuso para mí un descubrimiento. Es un poeta que sigo leyendo”.
Iribarren compartió algunos secretos y misterios de su escritura. Confesó que, a veces, conoce el final del poema antes que lo que hay en medio:
“Empiezo a escribir y sé cómo va a acabar el poema, pero lo que no tengo claro es cómo llegar hasta ahí”.
Es uno de esos poetas a quienes todo le inspira. Entre risas, reconoció que ve posibilidades de poemas en todas partes. Su compromiso con la literatura y la vida lo expresó cuando una lectora le preguntó en qué consiste para él la ética:
“Me gustaría que no se alejase mucho de la estética”.
En uno de los poemas que leyó, Desde mi ventana, Karmelo C. Iribarren dejó ver su relación actual con la vida y el mundo:
Desde mi ventana
Veo el tejado del edificio de enfrente.
El invierno está siendo duro
Y las chimeneas trabajan a pleno rendimiento.
Buscando camuflarse entre las nubes
Se alejan hacia el cielo
Grandes penachos de humo gris.
Igual que a tantas otras
Que forman parte de mi vida,
A esta imagen tampoco le queda mucho.
Es una sensación extraña, irreal.
Me acerco a un mundo
en el que mis recuerdos
no van a tener dónde ir.
Puedes ver el encuentro con Karmelo C. Iribarren en el siguiente vídeo:
La riqueza del Adonáis
Y de la serenidad y experiencia de Karmelo C. Iribarren del lunes, cuatro días después a los nuevos, nerviosos y jóvenes poetas que promueve y distingue el Premio Adonáis. En un recital con once poetas ganadores y finalistas de este galardón terminó la celebración de sus 75 ediciones en la sala de Ámbito Cultural de Callao. Entre anécdotas, sueños de escritura, risas y nervios ya calmados luego del anuncio del ganador del Adonáis 2021 esa mañana, en la Biblioteca Nacional, donde le dedican una exposición, transcurrió una hora de poesía renovadora.
La ganadora fue Nuria Ortega (Almería, 1996) con su poemario Las infancias sonoras por “la naturalidad con la que actualiza la tradición, por la vuelta de tuerca expresiva que aplica al lenguaje coloquial y por la mirada de asombro sobre el mundo y la memoria”.
Se trata de una poeta y filóloga que entre 2014 y 2016 formó parte de Versato, una iniciativa de poesía joven que reunía a poetas de diferentes partes de España. Además de la poesía ahora escribe su primera novela. Recibieron el accésit Andrés M.ª García Cuevas, por Las ciudades, y Félix Moyano Casiano, por La deuda prometida.
La noche Adonáis estuvo presidida por la poeta Aurora Luque, miembro del jurado; Carmelo Guillén Acosta, poeta y presidente del premio, y Miguel Mirón, editor de Rialp responsable de la edición del premio. Esta velada fue el colofón para “una plataforma que ha dado a conocer a muchos de los poetas del país”, recordó y agradeció Gonzalo Escarpa.
Pocas veces tantos poetas Adonáis leyeron sus poemas en el mismo espacio. El recital lo abrió la poeta Ana Castro, siguieron Jorge Villalobos, Jorge Solís Llano, Fernando García Moya, Marta Jiménez Serrano (accésit 2020), Abraham Guerrero (ganador en 2020), hasta que llegó el turno a la ganadora de este año, Nuria Ortega, que leyó:
Pequeña bola de cristal en un estante
Diminuto ecosistema contenido
Un abeto, una cabaña, un tronco cortado en el suelo
Rodeados por una cúpula transparente
Si la pones boca abajo eres dios o el demiurgo
Cae la nieve porque así tú lo has querido
Miro la bola de cristal en el estante
Me resulta muy gracioso
Tener un pequeño mundo
En la palma de tu mano.
Solo cuesta uno con setenta.
El recital lo cerraron Aurora Luque quien recordó que “El Adonáis es símbolo de la poesía joven, de la poesía nueva, de toda esa ilusión”; y Carmelo Guillén Acosta.
Luego la foto de grupo con este semillero de poetas que es el Adonáis, pero, sobre todo, de una cita con la poesía del futuro.
Puedes ver el recital de La noche Adonáis en el siguiente vídeo: