Manolo Romero: capitán de la tropa de la lírica

Manolo Romero lécadas siendo el Pepín Bello del siglo XXI. Amigo de Claudio Rodríguez, yerno de Pepe Hierro, ganimedes de una generación sedienta… Hablamos de un poeta de raza. Un erudito de los mil saberes que requiere dominar la poesía cuando es, además de poesía, conocimiento, comunicación, taumaturgia, ínsula extraña, prodigio, luz de luz.
Índice
- ¿Cómo recuerdas aquellos grandes días -y noches- de los poetas del 50?
- ¿Es la poesía una familia de desterrados de la realidad?
- ¿Cómo vives el auge colosal de la poesía hoy día?
- ¿Qué poesía lees en estos tiempos raros, políticamente confusos, socialmente prosaicos?
- Bríndanos un sortilegio de apoyo para todos los poetas jóvenes.
¿Cómo recuerdas aquellos grandes días -y noches- de los poetas del 50?
Como éramos jóvenes nos cabía mucho vino en nuestros cuerpos y mucho delirio en nuestros espíritus. Pepín Bello no tenía mi marcha, ni los del 27 la capacidad de disparate y la desinhibición de esa peña lírica. Disfrutamos mucho de la amistad con vino y poesía. Todo el vino que producía José Hierro pasaba por los gaznates de los que iban a Nayagua (la finca que el poeta mantuvo en Titulcia, junto a Villaconejos, donde se reunía asiduamente el grupo de amigos). Véase el poema:
NO HAY AGUA
Para conocerme sembré.
Y germinaron pasifloras,
cipreses, almendros, amigos…
Planté una viña entre guijarros
para que septiembre llegase
con su fórmula milagrosa
y diera al mosto la paciencia
maternal del barro. Nacía
por enero, lumbre del mosto,
el idioma verde del vino.
Llegaba, mineral y músico,
para enseñarnos la armonía
roja de los atardeceres.
Y se acercaban los amigos
como los jilgueros al cardo
para sorberle la doctrina.
Eran las lenguas un enjambre
políglota que iba y venía
de la saciedad a la sed.
Y las manos eran satélites
de los pasos que se perdían
entre las sombras de la música.
Con la felicidad de los delfines
llegaban los amigos a la mesa.
Un saludo de orégano y de salvia
recibía a la tropa de la lírica.
Tanta divagación incongruente,
tanto abrazarse, amigos, lleva a esto,
a la lógica de la incoherencia.
La navaja brillante de Albacete
corta el queso manchego de la luna.
Ya empieza el desconcierto, ¿cuál será
la temperatura de aleación
entre los envidiados y envidiosos?
Para la vanidad está la pira.
Acércate, maestro, al desvarío.
(…)
¿Es la poesía una familia de desterrados de la realidad?
La poesía sigue siendo lo que siempre ha sido, un instrumento para dar sentido a la soledad, un ejercicio de introspección y autoconocimiento y autoengaño, también sirve para la oración y la blasfemia, es decir, para el desahogo, y para juntarse con la peña y sofocar la vanidad.
¿Cómo vives el auge colosal de la poesía hoy día?
Asisto a recitales en diversos círculos y leo por Internet las recomendaciones.
¿Qué poesía lees en estos tiempos raros, políticamente confusos, socialmente prosaicos?
Me gusta releer a Luis Feria, a Ramírez Lozano, Luz Pichel, Paca Aguirre, Julieta Valero, Ángel García López, García Montero, Carlos Clementson, Pablo García Baena, Luis Alberto de Cuenca, Sabina, Luisa Castro, Antonio López, Isabel Flors, María Rosal, Góngora, Lope, Aldana, Vallejo, Claudio, Hierro… y sobre todo a Juan Ramón Jiménez. Leo continuamente, a diario poesía, solo en español.
Bríndanos un sortilegio de apoyo para todos los poetas jóvenes.
El consejo es que lean, que lean mucho a los maestros, desde los cancioneros del Renacimiento, hasta los jóvenes. Que aprendan a versificar y que jueguen, que arriesguen con las ideas y las palabras. Y que reciten en voz alta, que interpreten los poemas. Así educarán el oído.
Manolo Romero
(Guareña, Badajoz, 1948) Poeta. Premio Tiflos 2003, XIX Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver, XXXIII Premio de Poesía Rafael Morales
Bestiario de Guareña
Autor: Manolo Romero
Comprar