Mariano Sigman: “Me gusta pensar que la IA le ponga los puntos a los que siempre se han creído que son las estrellas de la humanidad”

El neurocientífico argentino fue uno de los más de cincuenta pensadores, intelectuales, artistas y creadores que participaron en el I Festival de las Ideas de Madrid. En esta entrevista en Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, habla de la importancia de la conversación y de perder el miedo a la inteligencia artificial
El neurocientífico Mariano Sigman. /Foto tomada de la web de Mariano Sigman
WINSTON MANRIQUE SABOGAL  20/09/2024

¿Si a usted le pidieran enviar algo al cosmos para mostrar la raza humana, que enviaría? Mariano Sigman enviaría algo que mostrara a una persona acariciando a otra. Para el neurocientífico argentino, experto en temáticas relacionadas con la palabra y la conversación, como grandes aportadoras y enriquecedoras del ser humano, la caricia resumiría, en parte, nuestra esencia, identidad y lo que somos y anhelamos

Mariano Sigman, uno de los directores de Human Brain Project, que busca entender y emular el cerebro humano, fue uno de los invitados en el segundo día del Primer Festival de las Ideas, de Madrid, del 18 al 21 de septiembre. “Un festival innovador, tanto en la temática como en el formato, un festival muy callejero. Un festival muy necesario en estos tiempos en que se duda de la utilidad de las humanidades, cuando lo que hay que hacer es reivindicarlas más que nunca, al igual que el pensamiento crítico”, pidió Gervasio Posadas, director de Ámbito Cultural, de El Corte Inglés.

Mariano Sigman (Buenos Aires, 1972), gran divulgador científico, con libros como Artificial. La nueva inteligencia y el contorno de lo humano (2023), El poder de las palabras. Cómo cambiar tu cerebro (y tu vida) conversado (2022) y La vida secreta de la mente (2015), conversó con el público en la Sala Callao de Ámbito Cultural, el jueves 19 de septiembre. De ese encuentro, moderado por el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla, surge este Diccionario Mariano Sigman, con temas que van desde la palabra hasta la inteligencia artificial:

 

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Conversación / palabras

Las conversaciones y las palabras, en general, son gozosas. Es la fuerza de las palabras lo que abre y cierra puertas. Todo el tiempo estamos construyendo narrativas. La crisis que todos identificamos ahora de modelos, de sistemas, de imposibilidad de compartir ideas, en última instancia, es una crisis de la conversación. Porque la conversación tiene la fuerza de ser un intercambio de ideas. Los momentos más floridos de la historia humana han sido momentos de buenas conversaciones.

 

Crisis de la conversación

La crisis de la conversación nos ha vuelto escépticos, y esto es muy típico en muchos dominios donde uno confunde el fracaso de una instancia con un fracaso general. Una democracia no funciona y uno cree que no funciona la democracia, un amor no funciona y uno se vuelve escéptico del amor. Tenemos esta idea de establecer ideas generales sobre casos particulares.

Tenemos el trabajo individual y colectivo de volver a cultivar la conversación como un lugar vital en el pacto social y en el pacto de las ideas.  Es un trabajo que vale la pena.

 

Buena conversación

El término buena conversación deviene en que establezco un axioma que, para mí, es: cuál es la razón de ser de las conversaciones que hace que, en vez de que la gente se enfrente más, encuentre consensos. Para mí la razón de las conversaciones es que la gente termine pensando mejor, genere ideas que después lo hacen funcionar mejor, y lo hagan mejor persona.

 

Curiosidad y duda

Tiene que haber un amor por la curiosidad. Tiene que haber una posición a no tratar de convencer, sino a tratar de escuchar. Un espacio en el cual uno pone en duda sus ideas. Y piensa: qué tal que yo esté equivocado. A veces, en la vida hay que tener convicciones, pero la conversación es el lugar hegemónico para preguntarse: ¿y qué tal si todo aquello que pensé está mal?

 

Conversación en redes sociales

Las conversaciones en redes sociales no gozan de ninguna de estas propiedades Son entre 300.000 personas que bregan y no escuchan, que plasman sus aforismos, uno detrás de otro, como si fuesen las verdades universales. Que se enrarecen, que lo último que hacen es preguntarse si pueden estar equivocados. Hay algo en la topología, en la estructura de hoy, que ha perdido lo que Montaigne recoge en  Todo el arte de conversar. Las redes han destruido el arte de conversar.

 

La verdad

La verdad en casi todos los rangos de la vida es poco relevante. La mayoría de las parejas se sostiene en que uno no está adscrito completamente a la verdad completa, donde vas armando ciertos espacios de opacidad. Si hubiese una transparencia completa y se observase todos los actos y pensamientos de la otra persona, las relaciones serían complicadas porque están llenas de lugares con muchísimas interferencias.

Uno construye lo que genéricamente llamamos mentiras piadosas, que son facilitadores de situaciones en las cuales la verdad no era tan importante. Y eso, en sus dosis correctas, está bien, pero cuando eso se vuelve tóxico y la pareja está cimentada en una falta de verdad completa, tiende a sucumbir muy rápido.

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Memoria

El cerebro encaja diferentes acontecimientos de un evento y, cada vez que uno lo rememora, dependiendo del contexto, empieza a distorsionarse; y no tienes un registro de las versiones anteriores. Eso da lugar a memorias falsas, que no se cambian deliberadamente, pero en cada evocación de un evento, lo que hacemos es transformar la narrativa de manera tal que uno ya no sabe qué fue lo que realmente pasó.

 

Inteligencia artificial

Como sociedad, cada vez que la inteligencia artificial logra algo, decimos que no es inteligencia. En vez de vislumbrarlo como una de nuestras grandes capacidades de inteligencia, el ser capaces de crear algo que parece inteligente, y honrarnos y sorprendernos, nos ofende tanto que sale un reflejo defensivo de decir: “Quítate de aquí, tú no eres inteligente, tú nos vas a destruir”, Entonces, nos refugiamos en ese lugar donde no perder el sentido. Pero tenemos que tener mucho cuidado en cómo utilizamos la inteligencia artificial. Creo que puede ser muy tóxica, muy peligrosa.

 

No somos el centro del universo

La ciencia nos muestra que no somos el cetro del universo y empezamos a descubrir que no somos tan extraordinarios como pensamos. Con la inteligencia artificial no todo van a ser buenas noticia, creo que sobre todo van a ser malas noticias.

 

El sentido de lo que somos

La tecnología, la inteligencia artificial, puede hacer lo que a ti te distingue, y eso sentimos que nos quita nuestro propósito, nuestra esencia. No solo es el temor a perder el trabajo, que es algo muy importante y primordial, sino el temor a perder el sentido. De repente, ahora,  los que están perdiendo el sentido son los que pensaron que nunca lo iban a perder, que son los que hacen un trabajo creativo, los que escriben, los que dibujan. Conviene que los que tenemos estos oficios bien vistos, bien amados, nos demos cuenta de que son un truco más. Me gusta pensar que la IA le ponga los puntos a los que siempre se han creído que son las estrellas de la humanidad.

 

Si miedo a la IA

Nosotros no vamos a perder ni el norte, ni la identidad, ni a dejar de ser quien somos, ni a atrofiarnos, ni arruinarnos si interactuamos con la inteligencia artificial, siempre que lo hagamos desde ese lugar crítico en el cual, primero, pasamos por un esfuerzo propio, luego le pedimos ayuda a la IA, y luego tenemos el punto crítico para decidir la quiero o no la quiero, de acuerdo a lo que es mi propia voz y mi propia expresión. Si hacemos eso, creo que no solo no vamos a volvernos grises, sino al revés.

 

Reducto de lo humano

Me gusta la idea provocadora de que el reducto de lo humano no está en las obras de Borges ni de Shakespeare, sino en cómo acariciamos a alguien, cómo lo abrazamos, es una idea bonita. Es un gesto de humildad de que esas son las grandes obras humanas. Si tenemos que mandar algo al espacio para mostrar quiénes somos no es mandar a los Beatles ni a Beethoven ni  Shakespeare, sino mandar una persona acariciando a otra. Lo que nos distingue como humanos no son las emociones, sino quizá la capacidad de utilizar la mano para coger, para moldear, para acariciar…

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