Grandes crímenes del Siglo de Oro que involucran a escritores y artistas
“Matan de noche, matan de día, matan al padre nuestro y al Ave María”. Con estas palabras describe un sacerdote jesuita la vida en el Madrid del Siglo de Oro. Un escenario de violencia extendido a otras ciudades del reino del cual no escapan algunas figuras literarias y artísticas como Francisco de Quevedo, Pedro Calderón de la Barca, Alonso Cano o Miguel de Cervantes Saavedra.
Lo recordó El Reverso de la Historia, el ciclo de Ámbito Cultural de El Corte Inglés, dirigido por el historiador, escritor y pintor Miguel Zorita, en el mes de noviembre de 2024. Zorita abordó algunos de los grandes crímenes del Siglo de Oro con dudas por resolver: ¿Mató Quevedo a un hombre? ¿Por qué asesinó Calderón de la Barca? ¿Alonso Cano acuchilló a su esposa? ¿Qué tuvo que ver Cervantes en el crimen frente a su casa?
Quevedo en defensa de una mujer
El libro La vida de don Francisco de Quevedo, es la primera biografía escrita por Pablo Antonio de Tarsia. En ella se dice que el jueves de Semana Santa, mientras se realiza el oficio de Tinieblas, en el templo hay un caballero que discute con una mujer y le da una bofetada. Quevedo se da cuenta y sale en su defensa. Va a la calle con el agresor. Ahí es donde Quevedo apuñala al maltratador. De ese hombre solo se sabe que era un “caballero de porte”.
Calderón de la Barca y la redición de Breda
La familia de Calderón de la Barca cayó en desgracia cuando él y sus dos hermanos eran muy jóvenes. La segunda esposa de su padre, al parecer, dilapida la fortuna. Lo cierto es que, en el verano de 1621, Pedro, de 21 años, y sus dos hermanos, Diego, de 25, y José, de 19, asesinan a Nicolás Velasco, criado del condestable de Castilla, sin que se conozca el móvil. El juez dictamina que los tres hermanos deben compensar al padre de la víctima con pagos por cuotas, al carecer del dinero suficiente. Para reducir el costo, Pedro se ofrece al condestable de Castilla para trabajar con él en Flandes y conseguir que le conmuten la pena por un servicio militar. Así es como termina presenciando la rendición de Breda, de la cual escribirá una obra que llegará a manos de Diego Velázquez quien se inspirará para crear su famoso cuadro.
¿Alonso Cano asesino?
Compañero del taller de Velázquez, Alonso Cano era el profesor del príncipe Baltasar Carlos de Austria. La noche de 10 de junio de 1644 se vio envuelto en el asesinato de su esposa. Cano se había casado con una joven de 13 años por una alianza económica. La pareja tenía muchas broncas, quizás debido a la diferencia de edad. La noche del 10 de junio, el pintor llegó a su casa y encontró a su mujer acuchillada en la cama. Se cree que fue un “pobre” que entró en la casa. Lo cierto es que con los antecedentes de peleas entre la pareja capturaron a Alonso Cano para interrogarlo, es decir, torturarlo para que confesara el crimen. El rey pidió que no le lastimaran el brazo derecho, que era con el que pintaba y enseñaba a su hijo. Alonso Cano no reconoció el crimen. Terminó en Valencia. Y el asesinato nunca se esclareció.
Cervantes envuelto en un crimen
Miguel de Cervantes aparece en un proceso de 1605, a poquitos meses de haberse publicado El Quijote. Vivía en Valladolid, pues el duque de Lerma había nombrado la ciudad capital del reino y con ello arrastrado a escribanos, jueces, personal de la corte y personas como recaudadores de impuestos como Cervantes.
La noche del 27 de junio de 1605 acontece un crimen en el puente frente a la casa de Cervantes, donde vivía con su esposa, la hija ilegítima que había tenido y sus hermanas. Esa noche es apuñalado Gaspar de Ezpeleta, que es atendido por las hermanas de Cervantes que lo mantienen con vida dos días. El juez toma declaración a todos, incluida la víctima que dice no reconocer al criminal. Pero su criado, Francisco de Campo Redondo da algunas pistas. Y, más le vale, porque Ezpeleta llevaba su capa. El criado dijo que su señor tenía un papel con un escrito que se llevó el juez, Cristóbal Villarroel. Algo debió leer en ese documento que le hace cambiar el rumbo de la investigación. Toma el testimonio de la beata, Isabel de Ayala, que vivía en la buhardilla, quien pone en duda la moral de las hermanas de Cervantes al señalar que en esa casa entran muchos hombres, y, a lo mejor, algo tiene que ver con la muerte de Ezpeleta. El juez ordena la detención de la toda la familia de Cervantes, pero dos días después salen de la cárcel, al no haber pruebas sólidas. El juez decide cerrar el caso, pero en la declaración del criado aparece un posible móvil del asesinato: Ezpeleta tenía amoríos con una mujer casada, y todo indica que era la mujer de Melchor Galván, un escribano relacionado con los juzgados, y que el juez Villaroel habría encubierto.