‘Carmen’, de Bizet, o cómo 150 años de tópicos españoles sirven de espejo a la sociedad

La ópera basada en la novela de Prosper Merimé se estrenó el 3 de marzo de 1875 en la Opéra-Comique de París. Repasamos cómo se ha adaptado a cada época y cómo ha evolucionado hasta avanzado el siglo XXI
Detalle de la portada de la novela gráfica 'Carmen', de Benjamin Lacombe (Edelvives).
WINSTON MANRIQUE SABOGAL  11/03/2025

Amor, pasión, libertad, gitanas, mujeres fuertes, toreros, hombres posesivos, amantes, bandoleros, valentía, peleas, seducción, movimiento… y otras estelas de tópicos alrededor del mundo español forman parte de Carmen, la última ópera de Georges Bizet, de 1875. Inspirada en la novela corta de Prosper Mérimée, de 1845, Carmen no inició bien su andadura en la Opéra-Comique de París, aquel miércoles 3 de marzo. Fue acusada de inmoral, aunque alcanzó 48 representaciones, y en octubre de ese mismo año empezó, en la ópera de Viena, su fama y popularidad mundial.

Hace ciento cincuenta años nació el mito universal de esta gitana cigarrera en Sevilla, que no solo creó un arquetipo de mujer seductora y valiente, sino que su historia fortaleció el amor trágico. Un amor trágico no desde unos inocentes Romeo y Julieta, sino a través de la seducción, el juego, las dudas del querer, la triangulación del amor (Carmen, el cabo don José y el torero Escamillo) y el reclamo de libertad hasta sus últimas consecuencias. Solo que, a diferencia del mito de don Don Juan, del siglo XVII, es la libertad reclamada por una mujer, desde lo más personal, una libertad que posee todo individuo: decidir a quién entregar y con quién compartir sus sentimientos y deseos.

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Así es que esta historia, su música, sus cantos, sus diálogos, sus escenas, sus personajes o su espíritu son conocidos y han sido oído por millones de personas en todo el mundo, sobre todo por su apasionada, electrizante y pegadiza aria conocida como Habanera (L’amour est un oiseau rebelle /El amor es un pájaro rebelde):

L’amour est un oiseau rebelle (El amor es un pájaro rebelde)
Que nul ne peut apprivoiser (Que nadie puede domar)
Et c’est bien en vain qu'on l’appelle (Y es vano que lo llamemos)
S’il lui convient de refuser (Si le conviene rechazar)


Rien n’y fait, menace ou prière (Nada funciona, ni amenazas ni oraciones)
L’un parle bien, l’autre se tait (Uno habla bien, el otro calla)
Et c’est l’autre que je préfère (Y es el otro el que prefiero)
Il n’a rien dit; mais il me plaît (Él no dijo nada, pero me gusta)

¡L’amour! ¡L’amour! ¡L’amour! L'amour! (¡Amar! ¡amar! ¡amar! ¡amar! ¡amar!)

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Cuatro actos componen esta ópera francesa de Bizet con libretos de Ludovic Halévy y Henri Meilhac. Ellos fueron los encargados de transformar a la gitana bruja, ladrona y puta de Prosper Merimée en una mujer seductora, fuerte y conocedora de sus cualidades, que no está dispuesta a rendirse ante cualquier hombre. Lo cual desata una historia de amor, obsesión, desamor, celos, enfrentamiento y muerte. Por eso reclama en el segundo acto:

El cielo abierto, la vida errante;

por país, el universo;

¡y por ley, tu voluntad!

Y, sobre todo,

lo más embriagador:

¡La libertad! ¡La libertad!

 

Carmen fue disruptiva. La obra se inscribe en la llamada Opéra-Comique, en la cual hay diálogos hablados que entrelazan arias y coros que narran escenas del pueblo más ligeras o burguesas. Tras Carmen, con su historia apasionada, turbulenta y social, la separación con la ópera más tradicional dejó de existir.

Aunque algunos tópicos y prejuicios escenificados sobre España y los españoles se mantienen, el tiempo ha dado a esos mismos tópicos una dimensión más universal y actual para representar lo primario de los sentimientos cuando distorsionan la realidad de cualquier persona.

En siglo y medio, pintores, dramaturgos, narradores, ilustradores, cineastas o poetas no han podido escapar a la seducción de Carmen y han aportado y enriquecido su figura creando un universo de múltiples espejos que contribuyen a su popularidad y que han servido como vehículo para enviar diferentes mensajes. Pocas obras han logrado trascender estereotipos de un tiempo. De la Real fábrica de tabacos de Sevilla a la novela por entregas de Prosper Merimé en la publicación mensual Reveue deux mondes, y luego a inquietar en la ópera de París, desde donde se ha propagado en mil formas y expresiones artísticas.

Cada época ha adaptado Carmen a sus realidades y reclamos. Tres de las más recientes han sido la versión que hizo Calixto Bieito en su montaje en el Teatro Real de Madrid, en 2017, donde la puso en pie en clave de violencia machista; en 2018 llegó a millones de jóvenes a través del libro ilustrado del italiano Benjamin Lacombe; y en 2024, su vuelta a manos francesas, pero en un espacio extranjero con la adaptación cinematográfica musical de Benjamin Millepied (coreógrafo francés, ex bailarín y responsable de las secuencias de ballet de la película Cisne negro), protagonizada por Melissa Barrera y Paul Mescal, en la frontera de México con Estados Unidos, con una Carmen inmigrante sin Papeles. En estas versiones, Carmen no solo reclama la libertad amorosa y pasional sino todas las libertades: la del feminismo y la igualdad al territorio.

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