Mestre: “Mi alma es esa casa de madera que arrastra el vendaval”

Entrevista con el poeta y ensayista leonés sobre toda su trayectoria y su libro 'Museo de la clase obrera' y su relación con la música
JOSÉ ANTONIO REDONDO  30/08/2021

Estamos en pleno otoño, que esta semana ha amanecido casi congelado, estación a la que este polifacético leonés da en su poesía “la lejana memoria de las ballenas del cabo". Juan Carlos Mestre  (Villafranca del Bierzo, 1957) nos prestó su voz poética en el último #LunesDeLírica en la Sala de Ámbito Cultural en El Corte Inglés de Callao. En este autor único encontramos algo más que un escritor; en Juan Carlos conviven la música, el dibujo, el grabado, la historia, los silenciados y una pluma arrancada a un ángel: la poesía.

Desde que comenzara su andadura con Siete poemas escritos junto a la lluvia, hasta su Museo de la clase obrera, decenas de poemarios escritos por él conforman una voz llena de muchas voces, de quienes ya no hablan. También el reconocimiento de sus pares: Premio Adonáis de Poesía por Antífona del otoño en el valle del Bierzo; Premio Jaén de poesía por La tumba de Keats, Premio Nacional de Poesía (2009) por La Casa Roja, o el Premio Castilla y León de las Letras 2017 por su polifacética trayectoria. Le pedimos unas respuestas, un poema, un dibujo, que de forma amable y generosa hoy, que también nos acompaña la lluvia, nos ofrece a todos como aperitivo a su próxima intervención en forma de un inolvidable regalo.
 

Pregunta. ¿Qué ha sido de la Lírica? ¿Qué queda de ella?

Acaso el hueco de una ausencia, lo que induce al presentimiento de otra presencia futura, la imaginación del mundo enfrentada al desafío siempre revolucionario de los actos creativos. La palabra poética carece de valor más allá de su tan inútil como imprescindible función en los territorios de la paradoja, su tarea es la de constituirse en memoria de la buena antepasada, la voz moral que se personifica en la conciencia humana, un estar ahí bajo la intemperie de las estrellas recordando el futuro y subrayando las necesidades pendientes ante la penuria humana. Vivimos en la reiteración del error, y también acaso en el desafío de volver a pensar desde otro lugar la función del lenguaje poético, su inmanencia en la condición humana como una voz política, como un accionar ético que ofrezca una tan delicada como radical resistencia a todas las estructuras de sometimiento.

Pregunta. El título de tu último libro “Museo de la Clase Obrera” me recuerda una frase de un viejo artículo de Eduardo Subirats que refiriéndose al vínculo de los Museos con las Musas dice que “es un lugar sagrado, relacionado con la voz abscóndita de la historia”. ¿En qué consiste este Museo que has escrito?

Efectivamente, Museo es, era antes de la Revolución francesa y su acepción contemporánea de pinacoteca, la casa de las musas, tal vez no el lugar sagrado que refiere el mito clásico como la casa de acogida de los saberes que difieren, el teatro, la música, la poesía … Esa otra manera de entender y averiguar el mundo en el extraído de los conocimientos pragmáticos. Más que la cosa oculta, secreta o misteriosa, lo que llamamos lo escondido, me interesa la poética en cuanto proceso inverso de visibilización, de traer al habla la mudez de lo tachado por los actos de fuerza de la historia, los desplazamientos, lo que emerge bajo la tachadura de las inquisiciones.

En este libro que usted refiere participan, más que habitan, en una suerte de asamblea innúmera de voces los desterrados al silencio, el habla de las víctimas, de los seres anónimos que dieron sentido a las humildes utopías de la felicidad, los que lucharon por los derechos de los demás, hasta perder el propio y más elemental de los suyos, la vida. No héroes civiles, sino personas  en la condición irradiante de símbolos del débil y del descontento, del que ha hecho de la desobediencia frente al mal una sencilla forma de filosofía no de menor importancia que la de los filosófos de las grandes palabras.

Pregunta. Poetas enterrados en cementerios no católicos en Roma, poetas judíos silenciados y conducidos a la muerte, personas que se salen de las convenciones del poder. ¿Por qué te interesan estas voces?

Uno escribe sobre lo que oye en su intimidad moral, sobre lo que siente su pensamiento al enfrentarse a la realidad crítica, sobre el grado de empatía y compasión que de manera súbita articula la voluntad intuitiva. Siempre me he sentido próximo a aquellos que no comparten la mesa con los poderosos, con los que han entregado su vida a escribir poemas, hacer música o teatro, luchar por los derechos de los demás de los que piensan en suma que los seres humanos somos responsables unos de otros. Es más probable que uno esté con los suyos ante la opción de los desclasados, es lógica la empatía con los antepasados de la conciencia. Es aplastante en términos de razón histórica la cualidad moral y humana de los poetas del 27, en sus libros, pero también en el exilio, en la cárcel, en las  fosas anónimas, frente a la cáfila de militares psicópatas y sus decretos de legalización del crimen que pusieron fin al último gran sueño de la inteligencia en nuestra patria.

Pregunta. De las narraciones y la lírica de la Biblia a los griegos, pasando por muchos autores… tu poesía no parece tener límites en el tiempo. ¿Qué tienes o qué tenemos de judíos, de griegos, de ingleses inconformistas, de “beatles asesinados”?

El tiempo ciertamente carece de importancia una vez que transcurre, un mismo instante contiene tanto las heridas y sombras de lo sucedido como la imaginación del futuro que ha de ampliar los horizontes del porvenir. Asumir esa condición ha de significar también el hacernos cargo de una elemental responsabilidad, la de entender la civilización como un hecho dialéctico de cultura, interrelacionado en todas sus partes con la condición del ser y la naturaleza,  y no como un episodio inevitable de barbarie a la que nos conduce el desarrollismo de las multinacionales tecnológicas  y los mercados de la usura.  Todos somos simbólicamente judíos, palestinos, negros, emigrantes, refugiados, y esa diferencia es precisamente la que nos hace iguales. El desafío es claro, toda poética es un acto de disidencia, la memoria es la suprema disidencia para el poder autoritario, les recuerda sus estragos, acota la posibilidad de lo impune. O aceptamos la condición imprescriptible de la dignidad humana o se opta por la complicidad ominosa de su olvido. Entre Giordano Bruno y John Lennon, entre Galileo Galilei y Leonard Cohen hoy  la única verdad del tiempo es la intensidad, el sabor a luz, de su obra.

Pregunta. La música y el dibujo siempre te acompañan ¿cómo se relacionan con tu obra poética?

Indistintamente, sin jerarquía alguna, confundiéndose sin normativas ni reglas. El arte no depende del sistema métrico decimal, no hay medida para los actos creativos, todos somos portadores de semejante capacidad intuitiva y voluntad creadora, es el sistema penitenciario de la educación utilitarista la que compartimenta el saber y las capacidades, la que ordena unas habilidades hasta atrofiar otras que se consideran más prescindibles, el arte, la filosofía, las poéticas de la imaginación. No existe incompatibilidad alguna entre la física cuántica y la poética, ni entre la música y las matemáticas, es más, son impensables una sin la otra en términos teóricos, las palabras con las que se escribe un poema son las partículas elementales del lenguaje.

Pregunta. ¿Cuál es la poética del porvenir?

La que cada poeta establezca, la que los creadores del presente hagan desembocar en las insurrectas manos de los poetas futuros. Ha pasado la época de hacer con la poesía pronósticos meteorológicos, las escuelillas han licenciado a sus fámulos y lo que haya de ser será lo equivalente a la reconstrucción de los grandes días de la esperanza.

 

Cita en #LunesDeLírica

Las estrellas para el que las trabaja, Juan Carlos Mestre

#LunesDeLírica es una iniciativa impulsada por El Corte Inglés en Twitter e Instagram, con el objetivo de fomentar la creación y la difusión del género poético. Inició su andadura el 18 de enero de 2016 y tras comenzar una nueva etapa el pasado mes de septiembre en la sala de Ámbito Cultural de Madrid (séptima planta del centro comercial de Callao) recibió a Juan Carlos Mestre el pasado lunes, 5 de noviembre de 2018.

El título de este evento ha sido: LAS ESTRELLAS PARA QUIEN LAS TRABAJA.

Lunes de Lírica es un ciclo coordinado por el poeta Gonzalo Escarpa, que ha reunido a los principales colectivos del género poético de Madrid, como Más que Palabras, Poetry Slam Madrid y Genoma Poético, y que cuenta también con la participación del poeta leonés.

 

UNA ACUARELA

Poema: EL ARCA DE LOS DONES

Mi alma es esa casa de madera que arrastra el vendaval.

 

A veces en la noche yo siento acercarse a un huésped invisible y oigo girar su llave y escucho avanzar sus pasos.

 

Entonces la poesía, cada pluma arrancada a las alas de un ángel, es la semejanza de una casa en el aire, el portal luminoso, las ventanas abiertas, el que empuja la puerta y el que entra seguro y se acerca hasta el arca y reparte los dones.

 

Doy al amanecer, cuando la sangre de los delfines se derrama lentamente sobre el serrín de las cervecerías, un cuchillo blanco.

 

Al que bajo el hielo negro de la noche caminó conmigo y sufrió conmigo la dócil alianza del fracaso, dejo la herida.

 

A la columna de silencio de esa muchacha que rozada por el tacto de la obediencia guarda en su pensamiento la perfección de la muerte, una copa de viento y de raíces.

 

Al río de mi infancia donde bebió Demócrito de Siracusa la niebla del espíritu, la claridad que ya no tendrán mis ojos.

 

A la ciudad que cercada por la elipse del envejecimiento enterró su memoria junto a las norias de la desposesión, una tumba vacía.

 

Al muchacho judío que ante un espejo empañado contempla el rubí de su alma atravesado por la espina de la crucifixión, una caja de música.

 

A la sombra de mi padre contemplando la Luna, una cabaña en el bosque.

 

Al que en los atrios de la conformidad padeció la pobreza mas no será nombrado en las tablas de la justicia, la balanza con los alimentos.

 

A la orilla del mar, un caballo con cabeza de tortuga romana.

 

A la mujer que me amó con la fidelidad del astrónomo, dejo el resplandor, el halo de una estrella cuyo astro no existe.

 

Al ibis, la analogía de las agujas.

 

Para el que estrechamente vigilado por la locura hizo vibrar el ángulo recto de las constelaciones, el acordeón y las palomas verdes de la plaza.

 

Para ti, amor mío, el río eterno de los dioses y sus gatos sagrados.

 

Al insobornable enemigo cuya víctima fue feliz como un imán vertiginoso ante los filamentos de la melancolía, una silla de enea.

 

A la muerte, una puerta abierta.

 

Al ajusticiado en el abismo de su propia escritura que solo tuvo oídos para el ángel y amó la semejanza y la inutilidad de las cosas, una jaula con peces de madera.

 

Al otoño, la lejana memoria de las ballenas del cabo.

 

A la sabiduría de los profetas, un candil de silencio.

 

A la lápida de Leonardo Mestre, los sueños que no tuvo y que ya nunca sabrá.

 

Al que con su linterna de fósforo ayudó a resistir y guió la navegación de los torturados, el faro de la utopía.

 

A la dulce mujer que se acercó a mi sombra como madre, el azul de mayo y el zumbido de las abejas en la primavera.

 

Al jardín de los monasterios, la alondra del alba y la rosa cortada del rabino.

 

Al tetrarca y al que está detrás de su lengua como un tábano, la urna rota del centauro ante la que un lacayo da voces.

 

A la tristeza que iba cruzando el puente aquella tarde de invierno, un revólver cerrado por un nudo.

 

Para el leñador que derribó el gran ciprés de los hermeneutas, el meteoro silvestre de las ciervas ingrávidas.

 

A la estatua de Francesco Orsini duque de Bomarzo, el vértigo transparente de la materia que huye.

 

A los versos que no escribí, un collar de frutos y semillas.

 

A la grieta del eremita, la pantera del anochecer.

 

A la memoria, la lluvia, el lirio de las estaciones abandonadas por las que pasa el ferrocarril sin detenerse.

 

A los amantes que descifran su desnudez en la oscuridad, un hilo de saliva.

 

A la pirámide del conocimiento, la amatista mojada del escarabajo y los élitros celestes del jeroglífico.

 

A La Habana de mis antepasados allá por mil novecientos veinte, la nieve.

 

Para Rousseau el Aduanero, los ágiles antílopes que cruzan el agua encarnada de los sueños.

 

Dad este libro a los animales, al búho y al alce, al armadillo y al erizo silvestre.

 

Arrancadle una a una sus páginas y dádselas a los animales. Dadle al hurón la oscuridad de la palabra búfalo y al búfalo la inmaculada pradera del billar de los bares.

 

Y de entre todos los dones y de entre todos los sueños, dadle a mi corazón una casa en el aire.

Juan Carlos Mestre

(Villafranca del Bierzo, 1957) Es poeta y artista visual. Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía en 2009 y Premio Castilla y León de las Letras 2017. También es autor de varios ensayos sobre poesía, teatro y cultura.

 

Museo de la clase obrera

Museo de la clase obrera

Autor: Juan Carlos Mestre
Editorial: Calambur
Páginas: 164
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